Cada día vemos más niños que ni siquiera han cumplido los seis meses y ya están enganchados a las pantallas. Como no les gusta esperar y necesitan entretenimiento el adulto, por unos motivos u otros, les da el móvil donde ven dibujos o vídeos musicales en vez de un juguete o un libro infantil. Los pediatras llevan tiempo avisando de que esa exposición al mundo digital hay que retrasarla lo máximo posible. Es más, un estudio revela que las pantallas influyen en el comportamiento de tus hijos. Lo ha publicado la sección de pediatría de la revista especializada Jama Network bajo el título Experiencias tempranas en medios digitales y desarrollo del procesamiento sensorial atípico, el 8 de enero pasado.
Los resultados de estudios anteriores ya dejan claro que la exposición a las pantallas en bebés y en niños pequeños provocan consecuencias negativas como el incremento del sedentarismo, la falta de interés por el juego imaginativo o por la actividad física, dificultades para el desarrollo de habilidades críticas como la autorregulación emocional, además de retraso en la capacidad para comunicarse. Lo que se aconseja es evitar las pantallas antes de los dos años y limitarlas a una hora al día entre los dos y los cinco años.
Este último trabajo lo ha llevado a cabo la doctora en medicina Karen Frankel Heffler, que trabaja en el departamento de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Drexel de Filadelfia, Pensilvania, junto a un equipo de investigadores. El objetivo inicial era verificar si “la exposición a los medios digitales en los primeros años de vida está asociada con un procesamiento sensorial atípico posterior”. Tras analizar los resultados, el equipo afirmó que efectivamente influye, pero es necesario seguir investigando. “El procesamiento sensorial atípico es un desafío para los niños y las familias, pero existe una comprensión limitada de sus factores de riesgo asociados”, destacan en la publicación.
Cada persona procesa en su cerebro toda la información que percibe a través de sus cinco sentidos (sonido, tacto, gusto, vista y olfato), de la propiocepción, que es el sentido de conciencia corporal, y del sentido vestibular, que engloba movimiento, equilibrio y coordinación. Sin embargo, determinados individuos distinguen cada uno de estos sentidos de forma diferente, incluso pueden experimentar demasiada o muy poca estimulación de algunos de ellos y no ser capaces de integrar toda la información recibida teniendo problemas de procesamiento sensorial.
En estos casos, desde niños pueden sufrir incomodidad y dificultades para el aprendizaje y para la socialización con otras personas. Por ello, en ocasiones buscan ciertas sensaciones porque tienen menor sensibilidad a los estímulos o precisamente las evitan porque son muy sensibles a ellas. De igual modo puede ser que sean de "bajo registro", por su menor sensibilidad o respuestas más lentas a los estímulos que perciben.
En la investigación realizada por Karen Frankel y el resto de profesionales analizaron los datos del Estudio Nacional Infantil (NCS) de Estados Unidos que se había llevado a cabo entre 2011 y 2014 a partir de los datos de 1.471 niños, la mitad varones y la mitad hembras. En este estudio los cuidadores fueron inscribiendo a los recién nacidos para rellenar una serie de cuestionarios sobre la exposición a los medios digitales y su procesamiento sensorial.
La finalidad era comprobar las influencias ambientales en la salud y en el desarrollo infantil hasta los 33 meses de edad. En primer lugar, contestaron si los pequeños veían la televisión o vídeos con 12 meses, 18 meses y 24 meses y cuántas horas al día. En segundo lugar, fueron cumplimentando el Perfil Sensorial Bebés y Niños Pequeños (Infant Toddler Sensory Profile) a medida que iban creciendo. Este test pretende determinar si tienen un perfil bajo, típico o alto según sus conductas de procesamiento sensorial.
Tal como quedó patente en la investigación desarrollada por Karen Frankel Heffler y el equipo de docentes, la exposición a una pantalla a los 12 meses de edad se asoció con un aumento del doble de las probabilidades de estar en la categoría alta de registro bajo, en porcentaje supone que tales niños tienen un 105% más de probabilidades de mostrar comportamientos sensoriales elevados.
A los 18 meses, una mayor exposición a la pantalla se relacionó con un mayor riesgo de evitar altas sensaciones y fueron calificados como de registro bajo. Según las conclusiones, cada hora adicional de tiempo frente a una pantalla por día se asoció con una probabilidad 23% mayor de exhibir posteriormente comportamientos sensoriales elevados relacionados con la evitación de sensaciones.
Por su parte, a los 24 meses cada hora extra de tiempo diario frente a una pantalla se asoció con una probabilidad 20% mayor de búsqueda de sensaciones, sensibilidad sensorial y evitación de sensaciones durante el año siguiente.
De este modo, los investigadores concluyeron que la exposición a los medios digitales durante los primeros años de vida “se asoció con resultados atípicos del procesamiento sensorial en múltiples dominios”, por tanto, podría ser un factor de riesgo potencial para el desarrollo de perfiles sensoriales atípicos.
Es decir, “los niños que pasaban más tiempo viendo televisión u otros videos antes de los dos años tenían más probabilidades de desarrollar estos comportamientos atípicos antes de cumplir tres, una probabilidad que se incrementa cuanto más tiempo pasan frente a la pantalla”. A partir de aquí, se debe seguir investigando, ya que las conductas atípicas pueden ser otra consecuencia de la exposición innecesaria a la tecnología en edades tempranas junto a los problemas para dormir y de conducta o el retraso en el lenguaje, entre otros.