En la vorágine diaria como padres de familia a veces nos preguntamos si lo estamos haciendo bien y si estamos preparando a nuestros niños para enfrentarse solos al futuro y para ser independientes. Otro objetivo prioritario es que sean buenas personas y que sean felices, una odisea ya que nos vemos obligados a negarles muchos de sus deseos por determinados motivos con el consiguiente berrinche.
En definitiva la crianza podría entenderse como encontrar el equilibro entre la felicidad y la educación. Precisamente, el mejor hábito para criar niños felices, según un pediatra estadounidense, es involucrarles en las tareas del hogar desde bien pequeños. Además asegura que no solo serán felices sino que además tendrán éxito en su vida personal y laboral.
El doctor Jonathan Williams, que ejerce en Layton, una ciudad del estado de Utah (Estados Unidos) como pediatra y es padre de cinco hijos, también tiene una cuenta de Tik Tok como divulgador. A través de sus vídeos sobre salud infantil y crianza que publica en @Tiktokkiddoc, en un tono directo y sencillo, pretende ayudar a los padres en la crianza de sus hijos desde que aterrizan en casa del hospital con el recién nacido en brazos. Habla de alimentación, hábitos saludables, cuidados, enfermedades o costumbres basándose en su propia experiencia clínica y personal como padre de familia numerosa.
Tal como destaca Jonathan Williams, los padres quieren que sus hijos crezcan felices y que ayuden en casa podría ser una forma perfecta de encaminarles hacia esa felicidad. Según sus palabras: “Cuando los niños se sienten involucrados en responsabilidades compartidas se dan cuenta de que están contribuyendo a parte de un ecosistema más grande”.
Lo importante en este caso es que esta forma de actuar repercute positivamente en su autoestima. A la larga, están más dispuestos a ayudar a los demás. El hecho de participar en casa les abre los ojos y “empiezan a ver de forma natural las necesidades de las personas que les rodean”, subraya Jonathan Williams. Además, en consecuencia, “se vuelven menos egocéntricos”, destaca. Entre los dos y los tres años “se creen el centro del universo” y en esa fase de su desarrollo “son egoístas y obstinados y además no son empáticos”, dice Williams. No nacen con ningún interés ni obligación por recoger sus juguetes o por ayudar a alguien que lo necesite, es necesario explicárselo o pedírselo.
Con el paso del tiempo y a medida que van cumpliendo años se van desarrollando sus capacidades cognitivas y es cuando empiezan a percatarse de que el resto de las personas piensan de un modo diferente, viven otras experiencias y tienen distintas necesidades. El doctor Williams constata que las tareas domésticas pueden ayudar a que comprendan que el mundo no gira a su alrededor y empiezan a ser empáticos.
Desarrollan una “mejor ética de trabajo” y una "mentalidad de colaboración", explica Williams. Añade que “obviamente, una mejor ética laboral se traducirá en éxito escolar y profesional”. Puntualiza que aprenden a ser responsables y entienden la importancia del trabajo en equipo. Después serán capaces de aplicar todo eso en el colegio con sus compañeros de clase y más tarde en el entorno laboral con sus colegas.
Incluso, al sentir que son una parte importante de la familia y que colaboran en el funcionamiento del hogar los niños, se sienten útiles y además fortalecen los vínculos y los lazos familiares.
Por una parte, él mismo asegura que en su propio hogar aplican esta teoría. “Nuestra casa está en un estado constante de caos controlado, pero todos mis hijos tienen sus tareas domésticas, desde el que tiene 14 años hasta el que tiene 5”, dice. Son cometidos sencillos adaptados a su edad que les afectan directamente o repercuten en el hogar en general: recoger su dormitorio y el baño, guardar la compra al llegar del supermercado, poner la mesa, sacar la basura, vaciar el lavavajillas, barrer el suelo, regar las macetas de la terraza, quitar malas hiervas del jardín, sacar al perro o dar de comer al gato…
El consejo es convertir esas tareas en un juego, sobre todo cuando son más pequeños, y al cumplir años transformarlas en un privilegio. “Una vez que han terminado sus tareas, el resto del día es suyo”, añade. También destaca que cometen errores como, por ejemplo, echar demasiada agua a las plantas, pero de todo ello se aprende.
Por otra parte, no se trata de sobrecargar a los niños ni que asuman las responsabilidades de los adultos, cada tarea se debe asignar con sentido común; con una o dos es suficiente. El tiempo tienen que organizarlo y adaptarlo a los deberes, las extraescolares, el juego y quedar con sus amigos.
La propuesta de este pediatra no es una novedad. Los psicólogos infantiles insisten en que los padres deben dar responsabilidades a sus hijos desde bien pequeños para que se sientan útiles. A su vez avisan de que esas tareas no deben premiarse con una propina o pagarse. Según sus recomendaciones tampoco hay que dar las gracias a los hijos por ayudar, sino hacerles sentir que su colaboración es importante para toda la familia y el funcionamiento de la casa.
Además, tal como remarca Williams hay muchos estudios que avalan la teoría de que hay una relación directa entre las personas que son felices y que tienen éxito con que de pequeños se ocupaban de realizar tareas domésticas. Uno de los estudios al que hace referencia Williams se publicó en 2002 y fue llevado a cabo por la profesora de educación familiar en la Universidad de Minnesota Marty Rossmann.
Según sus conclusiones involucrar a los niños en las tareas del hogar puede tener un impacto positivo en su futuro. Tomando como muestra el ejemplo de 84 jóvenes, evaluó las interacciones que habían tenido con sus padres y hasta qué punto habían participado en las tareas domésticas en tres etapas de sus vidas, entre los 3 y 4 años, entre los 9 y 10 años y entre los 15 y 16 años. Cuando esos jóvenes cumplieron 25 años fueron entrevistados y se valoraron distintos indicadores personales como el nivel de estudios, la carrera profesional, el coeficiente intelectual, el consumo de drogas o la relación con sus familiares y con sus amigos.
Tras analizar los datos quedó patente que “el mejor predictor de éxito era haber comenzado a ayudar en las tareas del hogar entre los 3 y 4 años”. Ese cometido había contribuido a generar el sentido de la responsabilidad y la confianza además de que les había inculcado empatía y les había hecho ser más sensibles a las necesidades de otras personas. En contrapartida, los resultados menos exitosos eran los de aquellos jóvenes que hasta los 15 años no se habían involucrado en las tareas domésticas.