En mi primer embarazo, durante una de las rutinarias visitas al ginecólogo, me vi obligada a reconocerle que a veces me costaba recordar algunos nombres, que había olvidado el cumpleaños de un familiar y que me notaba bastante despistada. Enseguida me tranquilizó y me aseguró que era totalmente normal; solo estaba padeciendo lo que comúnmente se conoce como baby brain. Me explicó qué es baby brain en el embarazo, por qué ocurre y cuánto dura.
Hace décadas, estaba muy afianzada la idea de que durante el embarazo el cerebro empezaba a funcionar peor debido precisamente a esas pérdidas de memoria tan habituales durante la gestación e incluso después del parto. No obstante, todos los estudios científicos llevados a cabo al respecto han dado como resultado unas conclusiones muy distintas.
El mommy brain o la momnesia, tal como también denominan al baby brain muchos profesionales, es la pérdida de memoria o la confusión mental de las mujeres embarazadas. Los trabajos de investigación han puesto de manifiesto que, aunque sí se produce una pequeña disminución en aspectos particulares de la función cognitiva, se debe a que durante el período gestante se adquieren nuevas facultades y que permanecen toda la vida.
Entrando en materia, los expertos señalan que durante el embarazo y hasta seis años después del parto el cerebro de las mujeres entra en un periodo donde aumenta la neuroplasticidad y la vulnerabilidad mental. La finalidad de este cambio es “favorecer la adaptación” de la futura mamá a “los enormes requerimientos que depara la llegada de un bebé”.
La neuroplasticidad es la característica del cerebro que le permite cambiar, restructurarse y adaptarse constantemente. Según los neurólogos, en el embarazo hay una contracción de la materia gris en ciertas zonas del cerebro, incluidas las regiones prefrontales y el hipocampo, que son claves para la memoria. Esto “genera que en parte se suspendan algunas habilidades de racionalidad y control”. De este modo, “toman más importancia la emocionalidad, los impulsos y los deseos”. Además, aquí podría estar la razón por la que a las mujeres embarazadas “solo les importa su embarazo y apartan en parte otros objetivos que sí perseguían antes como el éxito profesional”.
Por su parte, las responsables de que el cerebro incremente su neuroplasticidad son las hormonas esteroideas, que desencadenan un proceso que permite la transición de una mujer a la maternidad y que se ha denominado matrescencia. En realidad, este proceso es muy parecido al que se produce en la adolescencia, durante la transición de un niño a la edad adulta. Son dos épocas de cambio y adaptación en la vida que se generan gracias a la neuroplasticidad y a la vulnerabilidad mental. Aunque los expertos aseguran que en el primer embarazo la plasticidad cerebral es aún mayor en comparación con cualquier otra etapa de la vida adulta. Por una parte, los cambios hormonales incrementan la plasticidad y, por otra, la interacción con el bebé moldea y adapta el cerebro a sus demandas futuras.
Esa neuroplasticidad incluso permite que durante el embarazo y tras el parto se produzca “una especia de poda neuronal”. Esto implica que “el cerebro elimina las conexiones neuronales con poco uso, dando espacio a nuevas que aseguren la supervivencia y la generación de habilidades relacionadas con la maternidad”. Por todo ello, pueden confundir términos y palabras y se olvidan de ciertos datos. En definitiva, el cerebro “prioriza los temas relacionados a esta nueva etapa para desarrollar habilidades que le permiten conectar y sintonizar con su bebé”.
Además, tras el parto su cerebro sigue cambiando al igual que años después, siendo este el motivo por el que las madres se encuentran más vulnerables. Los científicos destacan que un embarazo deja una “huella permanente” en su cerebro.
De este modo, nunca hay que trivializar esas pérdidas de memoria, los despistes o las dificultades para concentrarse que acusan las embarazadas. A los expertos no les suelen gustar precisamente los términos baby brain, mommy brain o la momnesia, porque pudieran parecer despectivos. Años atrás esos despistes se veían como algo negativo o perjudicial cuando es todo lo contrario. El cerebro se está especializando y preparando para adquirir nuevas facultades que son esenciales para ejercer la maternidad y desarrollar el vínculo con su bebé, un objetivo de vital relevancia. Así cada madre es capaz por ejemplo de identificar el llanto de su bebé entre el de otros.
Las investigaciones añaden otro dato igual de relevante: aunque la mujer no haya estado embarazada su cerebro también cambia cuando es madre por otros métodos como la adopción, la plasticidad le permite readaptarse a su nueva condición para asegurar la supervivencia de su hijo.