¿Qué es la enfermedad de la bofetada? Causas y tratamiento de una de las afecciones más contagiosas
Una de las enfermedades más comunes, entre los niños preescolares, es el eritema infeccioso o 'enfermedad de la bofetada'.
Se denomina así porque produce un sapurllido, en la zona de los mofletes, como si el pequeño hubiera sido bofeteado. No se trata de una enfermedad grave, pero sí es altamente contagiosa.
El eritema infeccioso, ‘quinta enfermedad’ o ‘enfermedad de la bofetada’ es una enfermedad provocada por el virus Parvovirus B19. Además, afecta, sobre todo, a niños con edades comprendidas entre los cinco y los quince años. Su característica más llamativa es la aparición de un sarpullido rojo en las mejillas, como si el pequeño hubiera sido abofeteado. Históricamente ha sido una de las enfermedades más frecuentes durante la infancia, caracterizada por su erupción. Suele afectar a niños, sobre todo, a aquellos que se encuentra en edad preescolar, aunque también podrán padecerla hasta adolescentes.
Por qué está provocada la enfermedad
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Esta enfermedad está causada por el virus ‘Parvovirus B19’, un virus exclusivamente humano que se propaga con gran facilidad. Es por eso que se estima que el cincuenta por ciento de la población adulta lo ha contraído en algún momento de su vida, habiéndose hecho inmune al mismo. Además, suele ser un virus que suele darse de forma más frecuente durante la primavera y el verano, aunque los brotes pueden aparecer en cualquier época del año debido a su facilidad de contagio.
Cuáles son sus síntomas
Los síntomas serán muy parecidos a los de un catarro, como, por ejemplo, fiebre baja, dolor de cabeza y malestar general. Al cabo de unos días, estos síntomas habrán remitido y el niño parecerá que está recuperado. Pero, entonces, comenzará a aparecer una erupción por la piel, un sarpullido de color rojo intenso que se localizará, inicialmente, en la zona de las mejillas. Al cabo de unos días, la erupción irá disminuyendo al resto de partes del cuerpo, apareciendo manchas en forma de encajes y de color más pálido en las extremidades. Suele ser normal que estas manchas se vuelvan más rojas si el niño se expone al sol, al calor ambiental o al ejercicio físico.
La erupción desaparecerá por completo una o dos semanas después de su aparición y, por lo general, no suele revestir ninguna complicación asociada, salvo en casos de un sistema inmunitario debilitado. El diagnóstico suele realizarse de una forma bastante rápida en la consulta del pediatra y tras el estudio de síntomas y la valoración del paciente. Como ya hemos comentado, se trata de una enfermedad que es muy contagiosa, especialmente durante su periodo de incubación, que puede durar entre cuatro y 28 días. Este comprende desde la entrada del virus en el organismo hasta la aparición de los primeros síntomas catarrales.
Eso sí, estos primeros síntomas suelen pasar bastante desapercibidos, ya que no son especialmente graves. Por eso, es muy complicado evitar su propagación en forma de brotes en muchas guarderías y colegios. En la mayoría de los casos, los niños logran recuperarse rápidamente y sin ninguna complicación. Si observamos que los pequeños están especialmente molestos con estos síntomas será aconsejable proporcionarles un Ibuprofeno o Paracetamol, pero siempre bajo prescripción médica.
Cómo prevenir el contagio
Desde la Asociación Española de Pediatría recomiendan consultar al médico en el caso de que el pequeño tenga anemia crónica, cuando presente una erupción con fiebre o si la madre está embarazada. En cuanto a las medidas preventivas, al igual que sucede con otras enfermedades contagiosas, habrá que inculcar al niño la importancia de lavarse las manos constantemente, desinfectar los juguetes y las superficies, así como evitar que los pequeños compartan platos, cucharas o vasos. Habrá que poner especial atención en aquellas situaciones como antes de comer o manipular cualquier alimento, después de ir al baño, antes de tocar a un recién nacido o después de la visita a un enfermo.
Eso sí, una vez que la erupción de la cara ha aparecido, la Asociación Española de Pediatría (AEP) no expone ningún motivo por el que no habrá que llevar al pequeño al colegio o a la escuela infantil. Cabe destacar que una vez que la erupción ya está presente, la enfermedad ya ha dejado de ser contagiosa. Aún así, sí que es cierto que será muy recomendable tomar las distintas medidas de precaución anteriormente mencionadas. Por eso, será responsabilidad de los padres intentar que los pequeños se higienicen bien las manos y que eviten toquetear todos los objetos que tienen a su alrededor y más cuando se encuentran en la escuela. Como ya hemos comentado, se trata de una enfermedad altamente contagiosa, aunque no revestirá gran gravedad. Por eso, no será motivo de preocupación para los progenitores.