El herpes labial, también conocido como herpes oral, es una lesión a base de ampollas que se da en los labios o en los alrededores de la boca y puede llegar a ser muy molesto entre los más pequeños. La herida está causada por el virus del herpes simplex, que es muy contagioso y que será especialmente peligroso para aquellos bebés menores de seis meses. Este puede dividirse en dos tipos: el 1 y el 2, aunque la mayoría suelen estar causados por el VHS-1, sobre todo en los primeros años de la infancia.
Como apuntan desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi el setenta por ciento de la población menor de cincuenta años estaría infectada por el virus, pero, gracias a las defensas de cada organismo, este puede pasar desapercibido y, por tanto, no reflejar ningún síntoma. Estos signos se producen en contadas ocasiones cuando el virus se activa y causa diversas lesiones orales. Además, el virus será muy contagioso, se tengan síntomas o no. Y, aunque para la mayoría de personas no será peligroso, sí que podrá serlo para aquellas que tengan un sistema inmunitario debilitado.
Cuando una persona se contagia del virus, este suele permanecer ‘dormido’ hasta que se reactiva por determinadas circunstancias como infecciones o ciertas enfermedades, fiebre, exposición a distintos cambios de temperatura, estrés, fatiga, pequeños traumatismos y lesiones en la piel de los labios, deshidratación y causas hormonales. Sí que es cierto que habrá personas que tengan cierta tendencia a tener herpes labial y, cualquier circunstancia, podrá hacer que comiencen a salir. En estos casos hablaríamos de herpes recurrentes y será un motivo de consulta al pediatra.
Habrá que estar muy pendientes a sus síntomas. El herpes labial suele aparecer en la zona del labio, aunque también podrá darse en la parte interior. Otras localizaciones frecuentes suelen ser alrededor de la boca, como en las mejillas, en la barbilla o, incluso, cerca de la nariz. Los síntomas iniciales serán un leve hormigueo o ardor en esa zona específica de la piel, así como una ampolla de color rojizo y con vesícula, que se irá reproduciendo y que comenzará a hacerse más grande con el paso de las horas.
Cuando el niño entra, por primera vez, en contacto con el virus, especialmente si tiene menos de cinco años, puede presentar otros síntomas asociados, como es la fiebre alta, el babeo, la inflamación de las encías, ganglios en el cuello y hasta dificultad para respirar. Además, como ya hemos comentado, se trata de un virus altamente contagioso, ya que se podrá transmitir a través de, por ejemplo, la saliva. También, será muy posible contagiarse sin que la otra persona tenga síntomas. Por eso, la mejor forma de prevenirlo será educando desde niños sobre las medidas de contacto e higiene. Si tu pequeño tiene menos de seis meses, lo mejor será que nadie lo bese en las manos o en la boca.
También, podremos utilizar cacao labial y crema solar, antes de exponerlo al sol. Otra buena manera de prevención será mantener la piel de la boca siempre hidratada y no morderse los labios ni los objetos que puedan causar pequeñas heridas. En caso de herpes recurrentes, lo más recomendable será identificar el motivo principal por el que se produce para tratar de evitar esas consecuencias, en la medida de lo posible.
Sí que es cierto que se trata de un virus muy poco frecuente en lactantes y, de producirse, podría ser hasta mortal. Esto sucede porque su sistema inmunitario todavía es inmaduro y una infección podría propagarse rápidamente, afectando a órganos vitales. En el caso de un recién nacido, el contagio puede darse debido a una infección intrauterina durante las últimas etapas del embarazo o a través del contacto con las secreciones genitales del canal de parto infectado.
Para su tratamiento, lo mejor será que se consulte a un especialista. Será el pediatra quien indicará cómo actuar, aunque las indicaciones generales suelen ser la toma de Paracetamol o Ibuprofeno, así como el uso de anestésicos locales para reducir el dolor. También, habrá que tomar dieta blanda y alimentos fríos, así como aumentar la toma de líquidos para prevenir la deshidratación.