Tomar miel durante el embarazo: ¿se puede consumir de forma segura?
Durante el embarazo será muy importante cuidar la alimentación para no afectar la salud del bebé y de la madre.
Habrá ciertos alimentos que no se recomendarán, como puede ser el marisco o la cafeína.
Pueden surgir ciertas dudas con algunos productos como puede ser la miel. ¿Es beneficioso o perjudicial tomarla durante la gestación?
Durante el embarazo será muy importante llevar una buena alimentación. Habrá que tener en cuenta que existen determinados productos que serán más beneficiosos para los meses de gestación y, otros, menos pero, ¿cuáles serán recomendables y cuáles no?
La miel no es recomendable para bebés menores de un año
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Un alimento que puede generar ciertas dudas es la miel. Sí que es cierto que lo que sabemos es que el consumo de miel no está recomendado para menores de un año de edad debido al riesgo de contraer botulismo, sobre todo entre aquellos pequeños menores de seis meses de edad, ya que estos presentan un riesgo mayor.
Si bien es cierto que esto puede ser bastante raro, pero puede ocurrir cuando los niños pequeños comen esporas de Clostridium botulinum, que se encuentran la miel, en los productos derivados de la miel y en el suelo.
Estas esporas tienen la cualidad de convertirse en bacterias cuando llegan a los intestinos y producen una serie de neurotoxinas dañinas en el cuerpo, conocidas como neurotoxinas botulínicas, y que pueden causar parálisis en el cuerpo. Así, se estima que entre un 65 y un 70 por ciento de los bebés que lo contraen pueden necesitar ventilación mecánica durante unos veinte días y la permanencia en el hospital se calcula entre 40 o 44 días.
Esto se debe a que, antes del primer año de vida, los sistemas digestivos de los bebés no están lo suficientemente desarrollados para gestionar, de forma segura, todas las esporas y las bacterias que pueden estar presentes en la miel cruda. Es por eso que no será nada aconsejable que los pequeños menores de un año la consuman.
¿Y lo es para las embarazadas?
Como ya hemos comentado, durante el embarazo habrá que tener mucho cuidado con aquello que se consume. En la mayoría de casos, estas recomendaciones pueden hacer que las futuras madres lleguen a confundirse y no sepan qué es exactamente lo que deben o no comer.
Respecto a la miel, durante el embarazo, será bastante segura consumirla. Así, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos no la incluyen en su lista recomendada de alimentos que las embarazadas deben evitar. Esto se debe a que el intestino de un adulto sí es capaz de controlar cualquier colonización de las esporas Clostridium botulinum, ya que el microbioma digestivo se encuentra bien establecido durante la etapa adulta.
Sí que es cierto que el sistema inmunitario durante el embarazo puede reducirse, pero en embarazos normales y saludables no existen cambios en su flora digestiva, lo cual no tendría que conducir a un aumento del riesgo de botulismo. Por tanto, se considera que es poco probable que la toxina pueda pasar al bebé.
Por tanto, la miel no presentará ningún riesgo ni para la mujer embarazada ni para el bebé, por lo que si se quiere añadir un poco de miel para endulzar las recetas puede hacerse de forma segura. Aunque eso sí, los especialistas aconsejan optar por versiones pasteurizadas y debidamente certificadas.
Qué alimentos se deben ingerir y cuáles no
Eso sí, durante la gestación será muy importante tomar algunas precauciones adicionales y preguntar al médico sobre qué comer. El principal motivo será que cualquier infección que implique que la flora intestinal o el tracto digestivo no funcionen normalmente puede afectar al riesgo de desarrollar botulismo durante el embarazo.
Como ya hemos comentado, será muy importante saber bien qué se debe comer y qué no durante el embarazo. Por ejemplo, habrá que evitar mariscos con elevada cantidad de mercurio, así como marisco crudo, semicrudo o que esté contaminado.
Tampoco será recomendable tomar carne que esté mal cocinada ni los embutidos. Además, será esencial evitar alimentos no pasteurizados, como la leche descremada, la mozzarella o el requesón, así como las frutas y verduras que no han sido lavadas, el exceso de cafeína o el té a base de hierbas.