Mocos en bebés, ¿cuándo son síntoma de una posible infección?
La mucosidad en los niños será algo muy frecuente y, en la mayoría de ocasiones, no habrá que alarmarse.
Eso sí, habrá que prestar cierta atención si estos mocos son de color amarillento-verdoso, si vienen acompañados de fiebre o de dificultad para respirar.
Los mocos y los niños, sobre todo en sus primeros años de vida, siempre van de la mano. Lo cierto es que es muy común que nuestros hijos generen esa mucosidad extra cuando son muy jóvenes. Luego, con el paso del tiempo, irá desapareciendo. Aún así, habrá que estar pendiente de los mocos, ya que, aunque no es lo habitual, en ocasiones podrán ser signo de diversas complicaciones, como puede ser algún tipo de infección.
Pero, ¿cuándo debemos preocuparnos? Como ya hemos comentado, tendremos que tener claro que tener mocos será algo totalmente normal, por lo que no habrá que alarmarse en el caso de que nuestro hijo los tenga constantemente. Eso sí, será muy importante fijarse en el color de la mucosidad, ya que este podrá darnos alguna pista de lo que le está sucediendo al pequeño.
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Es inevitable que, aunque intentemos que nuestros hijos no se resfríen, no lo consigamos y, entonces, observaremos como sufren esta molesta mucosidad. Los pediatras apuntan que la mayoría de infecciones suelen entrar por la nariz y que, por tanto, una de sus primeras señales son los mocos. Pero, ¿cuál es su significado? ¿Cómo podemos diferenciar un resfriado común de una infección?
Los mocos claros y abundantes
El moco claro y abundante suele darse en la fase inicial del catarro, cuando este es bastante claro y casi transparente. Además, suele subir y bajar por la garganta, desde la nariz hasta el estómago del pequeño. Por tanto, será muy posible que los niños traguen estos mocos y que la cosa comience a complicarse. Este tipo de mucosidad suele ir acompañada de estornudos y suele durar entre dos y cuatro días. Además, en este caso, si el moco es muy molesto para el niño se le puede dar algún jarabe antihistamínico.
En el caso de que el catarro no desaparezca, el moco suele volverse más espeso y va desde las vegetaciones hasta el estómago. Además, en este caso la garganta pone en marcha sus defensas para luchar contra el catarro y hace que el moco descienda desde ahí con un mayor espesor. Si nos damos cuenta, en la nariz no quedará apenas moco, ya que la congestión habrá bajado por las vías respiratorias.
Debido a que el moco es espeso, cuando el pequeño se tumba, este suele invadir toda la garganta y, por eso, llega la tos. Esta es una de las razones por la que su situación se puede agravar durante la noche, cuando pasan muchas horas en posición horizontal.
Cuidado con la mucosidad verdosa-amarillenta
También, podrá ser que el niño ronque por la falta de espacio para la entrada de aire y si estos mocos se desvían hacia los oídos se puede producir una infección en la zona. Además, nos podemos encontrar con un moco verdoso-amarillento, ya que el moco claro, al no poder ascender o descender, se vuelve más espeso y cambia de color. Este tono amarillento se lo proporcionarán esos glóbulos blancos que están luchando contra la infección. De la misma forma, podemos encontrarnos con una mucosidad más verdosa, que será cuando el moco esté más espeso.
Esta suele aparecer a primera hora de la mañana y se genera en la garganta al estar retenido durante la noche. También, puede aparecer en los ojos y suele ser síntoma de que el organismo está luchando contra una infección. Al ser un moco de garganta, los lavados nasales no serán tan efectivos. En el caso de que el niño tenga algún síntoma de ahogo, porque le cuesta respirar y tose con mucha frecuencia y durante mucho tiempo, tal vez esto puede indicarnos que sea una bronquitis. Además, también puede ser que el pequeño sufra de un moco más espeso con fiebre, que nos indicará que existe una infección mayor que un catarro y que pueden ser anginas, una otitis o una neumonía.
¿Cuándo le tendrá que ver un especialista?
Aún así, sí que es cierto que la mucosidad será un sistema de defensa del organismo del niño y, en la mayoría de ocasiones, no necesitará ningún tratamiento en forma de fármacos. Sin embargo, cuando esta mucosidad está acompañada de otros síntomas, sí que puede significar que se necesitará acudir a un especialista. Por ejemplo, habrá que preocuparse si los mocos vienen acompañados de fiebre elevada, dificultad respiratoria, dolor de oídos y si tiene mucha tos y esto hace que vomite o que no pueda dormir por las noches. En caso de que el pequeño sufra de mocos durante más de ocho o diez días seguidos y son de color amarillo-verdoso habrá que consultarlo con un especialista.