Las neuronas espejo fueron descubiertas a finales del siglo XX y, desde ese momento, se las relacionó con el aprendizaje. Así, estas indican que observar, en el día a día, la convivencia familiar parece suficiente para comprender el gran peso que tiene el comportamiento de los padres en la educación de los hijos. Serán los progenitores quienes, de una manera o de otra, influirán en el carácter y en el comportamiento de sus hijos. Por eso, será muy importante que sean conscientes de este hecho y que sepan cómo deben comportarse frente a los más pequeños.
No se trata de una situación que sucede de forma espontánea, sino que viene justificada por un razonamiento científico. La neuropsicología y la neurociencia nos aportan una explicación objetivo del porqué de esta influencia. Es decir, por qué los niños aprenden de aquellas personas que están a su cargo con tanta facilidad y cómo sus aprendizajes no se refieren solamente a los contenidos. También, suelen repercutir en las emociones, las intenciones y las conductas.
Fue en 1996 cuando un grupo de investigadores, liderados por Giacomo Rizzolatti, se encontraba haciendo diversas investigaciones con unos macacos cuyos cerebros estaban monitorizados. Así, de esta manera, se dieron cuenta de que las células neuronales, situadas en la zona motora del lóbulo frontal y una parte del lóbulo parietal, se activaban y no solamente cuando los animales realizaban movimientos, sino también cuando veían lo que hacían los investigadores.
Así, gracias a este descubrimiento, se continuó estudiando y siguiendo de cerca este experimento. De esta forma, llegaron a la conclusión de que en el cerebro humano existen un tipo de neuronas que están conectadas con el sistema que regula las emociones, la memoria y la atención. Por tanto, las neuronas espejo constituyen el sustrato cerebral de la imitación y la empatía, unas características muy necesarias e interesantes cuando hablamos de educación. Estas son necesarias para el aprendizaje, tanto de acciones como de emociones e intenciones.
Por tanto, se demostró que había un reflejo de la acción del otro por efecto de las neuronas espejo. Por ejemplo, si una niña veía sonreír a alguien, se creaba una representación mental de esa sonrisa. Esto provoca, a su vez, la emoción básica que sentiría si ella misma sonriera. Por tanto, se puede decir que lo que hagan los padres tendrá una repercusión en sus hijos. El aprendizaje se produce más por lo que se ve que por lo que se dice. Por tanto, los progenitores y sus familiares tendrán una gran responsabilidad a la hora de guiar a los niños.
Los niños aprenderán de las fortalezas y de las debilidades de sus padres, así como de sus demandas y preguntas y sus actitudes. Por tanto, el ambiente, que se genera en la familia, la tranquilidad y la armonía y la crispación estarán presentes en los cerebros de los pequeños. Las neuronas espejo ensayarán silenciosamente durante 24 horas al día para poder actuar en el momento en el que se presente la ocasión.
Sí que es cierto que los padres intentan dar una educación a sus hijos y que, cuando los pequeños actúan cómo ellos no quieren, suelen corregirles. Pero de lo que muchos padres no son conscientes es que estos comportamientos, que parece no agradarles mucho, son los mismos que ellos mismos realizan en casa o en su día a día. Por tanto, en esos primeros años de aprendizaje, habrá que tener mucho cuidado con todo lo que se hace y lo que se dice porque los niños se vuelven unos auténticos imitadores.
Eso sí, habrá que comprender que siempre habrá que enseñar o aprender algo, aunque sea negativo. Esto invitará a que los más pequeños reflexionen y estos tendrán la capacidad se saber cómo guiar su vida y su camino. La clave estaré en sustituir aquellos discursos por interacciones y trabajo cooperativo y en familia. Por tanto, habrá que tener claro que el sistema familiar será un lugar de aprendizaje y de educación y, por eso, habrá que ser muy consciente de la existencia del cerebro humano y de cómo este aprende de todo lo que le rodea.