Amor, partos y oxitocina: la influencia de esta hormona en la relación con los demás
La oxitocina es una hormona que ayuda a formar vínculos entre personas. En los partos, provoca las contracciones y facilita el nacimiento del bebé.
La literatura y la mitología están llenas de referencia al filtro del amor, esa bebida preparada en olla de barro que hace a quien lo bebe caer enamorado de la persona que tiene enfrente, quizás no ande tan desencaminado. Por mucho que moleste, el amor tiene más de química que de conexiones espirituales.
La responsable de que bebas los vientos por una persona es la oxitocina, conocida como hormona del amor. Y aunque nuestro cuerpo la segregue naturalmente, también se administra vía intravenosa durante los partos, para provocar las contracciones. En Divinity.es te contamos un poco más sobre ella.
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En los partos, siempre oxitocina
La oxitocina es una molécula orgánica pequeña de tan solo nueve aminoácidos que se produce en el hipotálamo, en el sistema nervioso central, y desde allí parte hacia la hipófisis, una glándula cerebral donde se almacena, para secretarse cuando el cuerpo lo necesite.
Se descubrió a principios del siglo pasado, y en 1953 se sintetizó artificialmente por primera vez. El encargado de conjugar este compuesto fue Du Vigneaud, a quien su investigación le valió un premio Nobel dos años después. Esta hormona, que produce las contracciones del parto y la secreción de leche, se ha usado en los partos desde los años setenta, por vía intravenosa, para acelerar el nacimiento del bebé.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda restringir el uso de la oxitocina sintética todo lo posible, ya que puede tener efectos secundarios. Un estudio realizado por Ibone Olza demuestra que reduce el reflejo de succión en recién nacidos, dificultando el establecimiento de la lactancia, pero muchas otras investigaciones apuntan a que el uso de oxitocina sintética afecta a muchos otros aspectos de la conducta social, sexual o materna en animales.
El amor, siempre un poco más
Todavía no tenemos muy claro todo lo que nuestro cerebro es capaz de hacer. La ciencia trata de avanzar y ahondar en este órgano perfectamente pulido, pero para desgranar muchos procesos estamos en pañales. Uno de ellos es el amor y, aparentemente, la oxitocina tiene mucho que ver.
¿Te parece divertido ver cómo los patitos, nada más salir del huevo, siguen a su madre por todas partes, vaya ella a donde vaya? El apego es una cuestión compartida entre todos los animales, y los seres humanos no somos la excepción. Lo que causa este comportamiento es la oxitocina, estimulada por la lactancia y el parto, que impulsa a los recién nacidos a crear afecto y dependencia con lo primero (y más grande) que ven.
Esta hormona es la más importante a la hora de formar vínculos sociales. Además de producirse en el parto y en la lactancia, también se secreta durante el sexo, y prácticamente en cualquier tesitura que nos acerca a otras personas.
La oxitocina tiene mucho que ver con la leche, pero también con el alcohol. En 2015, un estudio publicado en la revista científica ‘Neuroscience and Biobehavioral Review’ equiparó los efectos de esta hormona y neurotransmisor a los del alcohol. ¿Por qué? Por su efecto desinhibitorio, que llevaría a muchas personas a asumir riesgos innecesarios y a mostrarse más violentas.
Provocarse oxitocina es posible
En los humanos se ha podido comprobar cómo, al administrarles dosis de oxitocina, se mostraban más confiados hacia otras personas, reduciendo sus niveles de estrés y asumiendo riesgos que, en condiciones previas, no tomarían. Ahora bien, precisamente por esa desinhibición, en muchas personas también provoca comportamientos violentos. En cualquier caso, es parte del tratamiento para muchas personas enfermas.
Varios estudios han comprobado que podemos obtener los mismos efectos por nuestra cuenta, sin recurrir a la síntesis de Du Vigneaud. Por ejemplo, abrazar a otra persona puede aumentar los niveles de esta hormona, así como mirarse a los ojos, acariciar a una mascota, hacer mindfulness o realizar deportes de riesgo, como el puénting o el salto en paracaídas. Nuestro cuerpo compensa la subida de adrenalina con otra de oxitocina bastante alta.