Desgarros en el parto: ¿por qué se producen y qué consecuencias tienen?
Los músculos que forman el periné o suelo pélvico es el último obstáculo que debe salvar la cabeza del bebé
En ocasiones los desgarros en la última fase del parto son inevitables y pueden afectar a una gran parte del suelo pélvico
Fases del parto: cuándo se dan y cómo identificarlas
Cada nacimiento es una experiencia totalmente distinta en la que entran en juego cientos de variables que lo pueden complicar. Una de las áreas del cuerpo femenino que más estrés soporta en ese proceso es el perineo, ya que puede sufrir desgarros en el parto.
El perineo o el suelo pélvico comprende los músculos y los tejidos conjuntivos que tapizan la parte inferior de la pelvis, todos aquellos que se encuentran entre el pubis y el coxis, alrededor de la vulva y el ano. Por tanto, el perineo tiene diversas funciones: de continencia, ya que controla los esfínteres; sexual, porque si están tonificados mejoran la calidad de las relaciones sexuales; de sostén de la vejiga, del útero, de la vagina y del recto; y, por último, reproductiva, debido a que el periné es el “último obstáculo que debe salvar la cabeza del bebé, ayuda a que su cabeza rote y produce una contracción refleja en el útero (reflejo expulsivo) y un deseo de empujar”.
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Desgarros de primero, segundo, tercer y cuarto grado
De este modo, esta parte del cuerpo tiene un papel fundamental para la mujer. Los desgarros perineales durante el parto pueden tener consecuencias de gran importancia. Según publica un informe de Salud de la Comunidad de Madrid, “aproximadamente, en 9 de cada 10 mujeres se produce un desgarro de algún tipo durante el parto”. A su vez, se clasifican de primer grado cuando son superficiales y afectan únicamente a la piel, curándose de forma natural, y de segundo grado si debido a su profundidad se producen también en los músculos del periné siendo necesaria la sutura.
A ello se añade el desgarro de tercer y de cuarto grado. En el de tercer grado se ve comprometida la pared vaginal y el esfínter anal, que es el músculo que controla la defecación. Por último, en los desgarros de cuarto grado se ve afectada la mucosa del recto.
En el caso de los desgarros de primer y segundo grado, la madre puede prevenir en parte que no se produzcan si la zona está tonificada y fortalecida suficientemente. Sin embargo, en realidad todo depende de muchas variables, porque los desgarros los provoca el feto al estirar la vagina durante el parto. Otra cosa muy distinta es la episiotomía, el corte que realiza el ginecólogo o la matrona a través de la pared vaginal y el periné con el objetivo de que el bebé disponga de más espacio para salir.
Riesgos de desgarro
Por su parte, los desgarros de tercer y cuarto grado son impredecibles e incluso se producen a pesar de practicar la episiotomía. Tan solo se puede establecer una relación de frecuencia mayor “cuando uno de los hombros del bebe se queda atascado bajo el hueso del pubis (distocia de hombros); el periodo de expulsivo, que comprende desde la dilatación completa hasta el nacimiento, es mayor del esperado; cuando es el primer parto; cuando el peso del feto es mayor de 4 kilos; cuando el inicio del parto es por inducción; o en partos instrumentales”.
En aquellas ocasiones en las que se produce un desgarro el obstetra se ocupa de comprobar la extensión y la afectación para proceder a la sutura y al tratamiento y lo habitual es que se necesite anestesia general o sea suficiente con reforzar la epidural si ya se tenía puesta.
Recomendaciones para superar el desgarro
Tras el proceso se suele recetar un tratamiento compatible con la lactancia materna que consiste en antibióticos para reducir el riesgo de infecciones, analgesia para el dolor y laxantes junto a una dieta rica en fibra para facilitar el tránsito intestinal. Por otra parte, los profesionales sanitarios prescriben una serie de recomendaciones de modo que el postoperatorio sea lo menos traumático posible y que cuanto antes se pueda llevar una vida normal. Estos consejos giran en torno a la aceleración de la cicatrización del desgarro.
Se trata incrementar la higiene, lavarse las manos regularmente, mantener la zona limpia, ducharse al menos una vez al día y cambiarse la compresa de forma regular. Todo ello evitará ese riesgo de infección. También se aconseja beber de 2 a 3 litros de agua a diario al igual que cumplir con una dieta saludable y completa sobre todo a base de fruta, verdura y cereales integrales para prevenir el estreñimiento.
Ya después del parto, una vez el médico lo permita, se debe recuperar la actividad y, además, realizar ejercicios del suelo pélvico para aumentar la vascularización en la zona donde se produjo el desgarro, lo que ayuda a la cicatrización. Estos ejercicios los indican los profesionales sanitarios al alta del hospital.