¿Tu hijo llama constantemente la atención? Cinco trucos para gestionar estas crisis
Cuando se van haciendo mayores podemos observar que nuestros hijos, en determinadas ocasiones, siguen llamando nuestra atención como lo hacían cuando eran más pequeños: llorando y quejándose.
Esas llamadas de atención interrumpirán a los padres cuando estén realizando una determinada actividad y serán bastante complicadas de gestionar.
Muchos padres han pensado que, en alguna ocasión, su hijo ha querido llamar su atención. Sobre todo, cuando alguno de los progenitores está hablando o realizando una tarea considerablemente importante. En ese momento, el pequeño hace todo lo posible para que sus padres pongan los ojos sobre él. Esta situación puede ser complicada de gestionar, ya que los adultos estarán concentrados en una actividad y el pequeño no parará hasta que le hagan caso. Pero, ¿por qué se produce esto? ¿Realmente están llamando su atención? Es muy posible y existen distintos factores que pueden servir para definir qué le ocurre al pequeño cuando decide tomar esta actitud.
Sí que es cierto que los niños pequeños han desarrollado esa llamada de atención para que sus padres puedan satisfacer sus demandas. Así, cuando son bebés se comunican a través de llantos y ruidos. Eso sí, a medida que va pasando el tiempo, sí que pueden asociar que el llorar, hablar con un tono elevado o gritar hará que sus padres les presten atención, de igual modo que hacían cuando eran más pequeños. Por tanto, el niño se dará cuenta que alzando la voz e interrumpiendo una conversación, sus padres notarán su presencia.
También, notarán que cuando provoca una rabieta en medio de la calle, sus progenitores le darán lo que pide solamente para calmarlo. Otros niños que tienen hermanos notarán, en diversas ocasiones, que están eclipsados por ellos y, en estos casos, utilizarán cualquier técnica para llamar la atención. Además, podrá ser que el niño tenga una rabieta porque, aunque sepa expresar sus sentimientos, no obtiene respuesta por parte de sus padres. Entonces, ¿cuáles son las causas más comunes y cómo se podrá gestionar?
Los niños podrán llamar la atención si están cansados o se sienten frustrados
“Hambre, cansancio, sobreestimulación sensorial, separaciones prolongadas de sus familiares, miedo y, muy especialmente, la frustración, es decir, cuando las cosas no suceden como él esperaba que ocurrieran. Los niños se encuentran en una fase en la que las emociones se viven de manera muy intensa. Se trata de un periodo evolutivo normal y es adecuado que así sea, aunque para la convivencia en casa pueda ser algo más complicado”, explica la psicóloga y autora del libro Sobreviviendo a las rabietas. Acompañar las rabietas desde la psicología infantil respetuosa, Verónica Pérez Ruano, a Divinity.es. También, “en muchas ocasiones se ha indicado que las rabietas son mecanismos de los niños para llamar nuestra atención y la recomendación que habitualmente se ha ofrecido es ignorarle para no reforzar ese comportamiento”.
Es importante reflexionar sobre por qué lo pide de esa manera
En el caso de que veamos que el niño está intentando conseguir atención, “será necesario atender esta llamada, puesto que está pidiendo ayuda, mirada, presencia, nos está gritando que le faltamos y que nos necesita. No importa cómo lo pida, sino el mensaje que está mandado”, explica la especialista a este portal. Por tanto, tendremos que hacer una reflexión y pensar por qué lo pide de esa manera. “Tendremos que analizar en qué otros momentos del día no estamos presentes y nos puede estar necesitando, de qué manera nos lo está reclamando cuando se rompe”, apostilla la psicóloga Verónica Pérez Ruano.
Lo mejor siempre será anticiparse a la rabieta
En el caso de que esa llamada de atención desemboque en una rabieta, lo mejor será siempre anticiparse a ella. “No es tan importante lo que hagamos una vez que se haya producido el berrinche, si no cómo podemos anticiparnos en la medida de lo posible a él para no llegar hasta ese límite de desbordamiento emocional”, aclara Pérez Ruano. “Muchas familias se enfadan con los niños cuando tienen una rabieta. Si lo pensamos, no tiene mucho sentido enfadarse por su propio enfado. Mejor no sumar tensión a una situación ya de por si estresante para ellos, no regañar y, por supuesto, no agredir”, añade. Eso sí, cabe destacar que las rabietas serán muy comunes entre los dos y los cinco años, ya que “indican expresión emocional y son adecuadas para un correcto desarrollo. Si generan mucho malestar se pueden utilizar algunas estrategias para ayudarle a lidiar con las consecuencias”.
Para controlar la situación habrá que mantener la calma
En el caso de que no hayamos podido evitar que se produzca esa rabieta habrá que saber cómo gestionarla. “Cuando los niños o niñas tienen una rabieta, pierden mucha de su capacidad para comunicarse. El llanto y la explosión de conducta sustituyen a las palabras. La emoción es tan intensa que les cuesta procesar nueva información o llegar a acuerdos desde la cooperación”, comenta la psicóloga Verónica Pérez Ruano a Divinity.es. Entonces, en ese caso, habrá que controlar la situación.
“La negociación se hace difícil en esos momentos y necesitamos poner más de nuestra parte para que la comunicación se lleve a cabo. Bajar a su altura para que sus ojos y los nuestros se puedan coincidir directamente, utilizar un tono de voz calmado en el que puedan ver que nosotros sí estamos controlando nuestra emoción y podremos ayudarles desde la calma a manejar la suya, les hará sentir que están a salvo”, apostilla la especialista.
El contacto físico nos será de gran ayuda (o no)
Para calmar al pequeño, algo que, en algunas ocasiones se tornará complicado, habrá que tener cierto contacto físico. Eso sí, siempre desde el respeto. Así nos lo explica Verónica Pérez Ruano: “Hay niños que llevan bien el contacto físico como una ayuda para la contención de su emoción en estas situaciones, es decir que un abrazo, un beso, caricias, etc. pueden ser de gran ayuda si se encuentra mal. Le dará seguridad, sabrá que estás cerca y le ayudará a volver a la calma. Pero otros niños o niñas rechazan totalmente el contacto cuando tienen una rabieta y solo empeorará la situación intentar establecer contacto físico, como caricias o incluso tocarle. En ocasiones, hay niños que incluso reaccionan con más fuerza al contacto visual, por lo que prefieren estar solos en un espacio conocido para ellos, como su habituación o el baño”.