El 'Black Friday' es una de las tradiciones más emblemáticas que hemos importado de los Estados Unidos. A pesar de que actualmente es un fenómeno asentado en nuestro país, esta fecha no hace más que crecer y cobrar más protagonismo. Hablar del “viernes negro” no es hacerlo de unas simple rebajas, es el pistoletazo de salida a las compras navideñas. En nuestro país aterrizó en 2012 y el pasado año, según un estudio elaborado por Cetelem, el gasto medio por persona fue de unos 262€. Muchas marcas ponen la esperanza en este día para conseguir remontar sus ventas y salvar la temporada en una época marcada por el coronavirus. Sin embargo hay firmas que han encontrado razones de peso para no sumarse a esta campaña comercial que hace disparar sus ingresos.
Sin duda este trágico 2020 es un año que, en mayor o menor medida, nos ha cambiado a todos de alguna forma. El pequeño comercio, el comercio local y las empresas eco han ido ganándose la confianza de los consumidores, pero no solo la COVID ha marcado un punto de inflexión en el cliente a la hora de realizar sus compras. La contaminación y el deterioro del medioambiente son otros de los graves problemas sociales a los que nos enfrentamos en la actualidad y que habría empujado a muchos negocios a replantearse la situación y no participar finalmente en este evento. “Estos descuentos, mientras este año salvarán a muchos y beneficiaran a otros son un aliciente para promover el consumo, en muchos casos desmedido”, explica Marcos Pizarro, director general de Venus, “seamos sinceros, esto no ayuda nada al cuidado del entorno que nos envuelve”.
Antes del confinamiento, el mundo de la moda no paraba de crecer a pesar de las advertencias reiteradas sobre la amenaza que suponía para nuestro planeta. Según la ONU, el 20% de las aguas residuales mundiales y el 10% de las emisiones globales de carbono es causado por el procesamiento textil, es decir, estamos hablando de 1700 millones de toneladas de CO2 emitidas por año. De hecho, según estudios de la Fundación Changing Markets, en su campaña contra los procesos contaminantes, se calcula que dentro de una década esta producción se disparará en un 60%.
“Muchas marcas se han replanteado su forma de producir, vender y distribuir con el objetivo de apostar por convertirse en empresas comprometidas y sostenibles”, reconoce Marcos, que garantiza que “han decidido cambiar para, de un modo u otro, poner su granito de arena y cuidar de nuestro planeta”. Cuando hablamos de 'ropa sostenible' lo hacemos de aquella que está realizada con tejidos que provienen de fuentes respetuosas con el medio ambiente. Por eso, para convertirse en una “empresa ecológicamente responsable” han adoptado diferentes medidas: como “apostar por packagings recilcados, trabajar en la gestión optimizada de stocks o el flujo de materiales y servicios”.