Todo comienza con una invitación. Un primer viaje lleno de ilusión y salitre. "Era agosto de 2010 y te invité a pasar unos días en Asturias. La respuesta fue un mensaje de texto con un número de vuelo y una hora de llegada", explica Pelayo.
Cuando David llegó a Oviedo, los dos fueron a pasear por la ciudad. Bares, restaurantes, calles, vistas… todos los enclaves que eran especiales en la infancia del asturiano, que entonces tenía apenas 24 años. "Hacía mucho calor y yo estaba deseando bañarme, y saltar olas contigo como niños pequeños, pero si quería que fueras conmigo al agua tenía una condición: tenía que darte un beso. Ahora me parece una tontería, te hubiera dado mil. Pero me daba corte porque estábamos en Asturias, tenía 24 años y me hacía el vergonzoso", explica.
"Hablamos de delfines, de colibríes, de ensaladilla rusa, de decoloraciones, de canciones favoritas, de películas que no podía pasar un solo día más sin ver. Hablamos del amor (…). Y entonces le pedí a una pareja que nos hiciera una foto con mi máquina de usar y tirar a la orilla de la playa Arenal de Morís (…). Te conté que mis padres tenían una foto que me encantaba en ese mismo sitio y mi padre llevaba un bañador azul como el que llevabas tú. Para mí todo eran señales".
Así va relatando el mágico momento Pelayo, hasta que llega al final y hace toda una declaración. Una eterna y atemporal: "Esa foto era el amor en mayúsculas. Tú eras el amor en mayúsculas para mí. No es la foto más bonita que tengo contigo, ni en la que estamos más guapos, pero significa tanto para mí porque fue un comienzo, pero no va a haber un final. Eres eterno en todos los que te quisimos".
Antes de esta carta, Pelayo ya había hecho pequeños homenajes en diferentes fotos de Instagram (que puedes leer más arriba y abajo). Rincones de su casa donde le dejó mensajes, antiguas fotos, recuerdos bonitos… David Delfin sigue muy vivo entre los que le quisieron.