Quince años. Esta es la cifra redonda con la que Begoña Villacís cierra una etapa vital. La vicealcaldesa de Madrid ha decidido romper su matrimonio con Antonio Suárez-Valdés, el reputado abogado con el que decidió casarse y formar una familia allá por 2005. Inés, la última incorporación al clan, llegó al mundo hace justo un año. Pero ahora, “centrada en las tres niñas y el trabajo”, la política ha decidido empezar de cero.
Su divorcio ha llegado en un momento complicado. Más allá de su reciente maternidad y de la implicación que asumió días después de dar a luz al convertirse en la segunda al frente del ayuntamiento de la capital, la ‘ciudadana’ ha confesado a LOC que está “agobiada” por una presión mediática que nada tiene que ver con el cargo. Ahora el debate no se centra en sus gestiones. Lo que es vox populi desde este fin de semana es su vida personal.
Si revisamos su actividad durante este confinamiento, el timeline de Villacís cobra otro significado. Su presencia ha sido total por sus evidentes obligaciones para paliar la crisis sanitaria derivada por el coronavirus. Sin embargo, Instagram siempre ha sido el terreno de lo privado. Ahí ha reivindicado la conciliación, ha celebrado el primer cumpleaños de la pequeña de la casa y ha puesto en valor esas pequeñas cosas “que también suceden en pandemia”. Entre ellas incluía los primeros pasos de su hija. Algo que ahora hemos descubierto que se sumaba a su separación, ya que, según asegura El Español, este encierro lo comenzó estando ya rota su relación.
El hecho de que su ya exmarido no estuviese presente en sus redes sociales a lo largo de la cuarentena nunca llamó la atención. Por mucho que indaguemos, siempre se ha mantenido en un segundo plano. Ha sido fotografiado paseando con ella, saliendo del hospital tras ser padres… Pero la figura pública de Antonio Suárez-Valdés siempre ha ido más allá de su matrimonio.
Su nombre ya había copado titulares por su profesión. Tras especializarse en Derecho Militar y Derecho Penal Militar de la Policía y la Guardia Civil, fundó un prestigioso bufete de abogados que lleva su nombre y en el que Begoña Villacís inició su actividad profesional previa a entrar en la política. Son muchos los casos que se han afrontado en este gabinete jurídico. El que tuvo más repercusión (y que provocó que viésemos a Antonio en medios día sí, día también) fue el de la comandante Zaida Cantera y su denuncia a un alto cargo por acoso sexual.
Desde entonces, su presencia en las televisiones fue constante. El terremoto mediático que provocó este escándalo dentro de las Fuerzas Armadas le convirtió en una voz de peso para debatir y dar luz a casos que implicasen a los cuerpos de seguridad del estado. Y así ha continuado siéndolo hasta hoy, defendiendo desde su página web que ostenta “el mejor despacho de derecho militar” a nivel nacional.
A pesar de esta visibilidad, pocas son las ocasiones en las que Begoña ha hablado de su marido. Menos aún en lo laboral. Lo mismo ha sucedido desde la otra parte. De ahí que los detalles sobre su faceta íntima llegasen con cuentagotas. Sabemos que les gustaba ir juntos a trabajar para ponerse al día. Que él le regaló unos Manolo Blahnik a modo de disculpa tras olvidar su cumpleaños por segunda vez consecutiva. Y también conocemos que al año de casarse, antes de cumplir la treintena, se convirtieron en padres de una familia ‘atípica’ a la que criaron en su casa de Chamberí, en la zona de Guzmán el Bueno y Cea Bermúdez.
Un año después de su boda llegó Paula, la mayor. Dos años después le tocó a Jimena, que ahora mismo tiene doce años. Para Villacís, ambas siempre fueron su gran logro, “lo que más feliz me ha hecho y más me ha preocupado a ratos también”. Hasta que llegó Inés y lo cambió todo. Nunca negó que volver a ser madre, esta vez superados los 40, fue “una noticia impactante”. “Tardé unos minutos en ser consciente de todo”, compartió en su momento con Vanitatis. Y tras un embarazo muy diferente a los dos anteriores, llegó la tercera, un nacimiento que ha coincidido con el fin de quince años de amor.