Menos de una semana. Eso es lo que duró Máximo Huerta como ministro de Cultura y Deportes. El 7 de junio de 2018 tomaba posesión del cargo y apenas siete días después presentaba su renuncia tras salir a la luz que fue condenado por defraudar a Hacienda más de 200 mil euros diez años atrás. Dimisión con la que buscaba, única y exclusivamente, no minar “el proyecto renovador de Pedro Sánchez” y que, de forma automática, le hizo pasar a la historia de nuestro país como el ministro con el mandato más breve tras la transición.
168 horas que dieron para mucho y que generaron todo tipo de emociones en el también presentador, que relataba su corta experiencia como político en ‘Viajando con Chester'. En esta sincera entrevista con Risto Mejide, Máximo echaba la vista atrás y rememoraba el día que se dio el listado de ministros como una jornada llena “tensión e ilusión”. Nada le hacía presagiar que esa emoción inicial se convertiría en angustia debido a la presión a la que estuvo sometido, los ataques que recibió y los sangrantes titulares que copó los días posteriores a su nombramiento.
Terminó devolviendo la cartera cargando contra la prensa, por los "bombardeos" y los "ataques" de los que fue víctima, y con la conciencia tranquila de haber pagado "dos veces" su multa. La primera, ante Hacienda. Y la segunda, con su renuncia, porque "la inocencia no vale de nada ante esta jauría". De Pedro Sánchez recibiría tan solo una llamada tras hacer oficial su retirada. “Me dijo: ‘Ahora no respondas a nada, no digas nada. Yo te llamaré en un mes, cuando todo se calme”. Esta espera se alargaría un poco más de lo prometido.
Dos meses después, después de varios intentos fallidos y un mensaje "naif" de Carmen Calvo, el actual presidente del Gobierno y Máximo se volvían a poner en contacto. “Estaba muy nervioso”, reconocía al conductor de ‘Todo es Mentira’, al que confesaba que le había costado volver a estar “normal” después de toda la polémica. “Me llamó para ofrecerme un cargo. Yo le dije que ni debía ofrecerlo ni yo aceptar después de todo el revuelo. Y habría sido muy bonito ese cargo, porque siempre fue un sueño estar en el Instituto Cervantes para mí", destapaba un lustro después.
"Me hubiese encantado decir que sí como autor, como afrancesado”, hubiese aceptado la propuesta encantado, pero el pánico a estar de nuevo en primera línea le llevó a declinarla: “No habría soportado esa presión”.