Llevábamos meses esperando descubrir qué había en esas páginas que Aless Lequio escribió antes de morir y que Ana Obregón decidió continuar para convertirlas en libro. Ahora 'El chico de las musarañas' ya está en las librerías. Y por fin terminó el misterio sobre esos escritos en los que el joven dejó plasmadas sus últimas reflexiones vitales mientras peleaba contra un cáncer.
En los capítulos escritos por él encontramos cuál era su opinión sobre la relación que mantenía su madre con Alessandro Lequio. También una desgarradora carta al amor de su vida que nunca conoció. Pero lo más duro de su relato es el texto en el que narra cómo se preparó para la muerte.
Bajo el título 'Empatía: la magia de existir', el empresario empieza haciendo una larga descripción sobre qué es para él la tristeza para terminar verbalizando qué se siente en ese momento en el que sabes que se acerca el final. Justo lo que, por desgracia, le estaba sucediendo a él. "Hay algo que va más allá de cualquier sensación que nace y muere en nuestro interior. Son sensaciones que absorbes, te poseen y llenan de energía, de vida, te preparan para una transición. Eso es, la muerte no es más que una transición", explica.
Aless solo podría comparar estas sensaciones con "la preparación del cuerpo humano que precede un parto". Sensaciones "inquietantemente tranquilizadoras y lúcidas, sensaciones que te dejan inmóvil, y si quieres, te lanzan fuera del cuerpo". Es algo que, en palabras textuales del joven Lequio, aparece "sin saber muy bien cómo ni por qué, pero percibes algo, algo superior".
"Todavía quedaba la última batalla, la batalla de mi vida, pero creo que el cuerpo es sabio y te prepara para todo, incluso la muerte. Es lo más extraño que he sentido en mi vida. Es amor ciego, incondicional, sin prejuicios, amor puro, universal (...)", cuenta 'El chico de las musarañas'. "Los sentidos dejan de cobrar protagonismo y empiezas a percibir las cosas a través de su energía, absorbiéndola, compartiéndola, disfrutándola. Un fenómeno que da miedo, porque todo lo desconocido da miedo, pero no deja de reconfirmar una verdad universal que muchos desconocemos".
Cuando Ana Obregón se topó con este texto después de perder a su hijo, mientras echaba un ojo al contenido que había en su ordenador personal, las lágrimas corrieron "sin piedad" por su rostro, "abundantemente, como si el alma se licuara sin freno". Leerle fue darse cuenta de que, cuando aún ella tenía esperanzas de otro desenlace, su pequeño ya se estaba "preparando para la muerte" y ella lo desconocía. Algo por lo que ella le pide disculpas.