Mila Ximénez ha fallecido a los 69 años, exactamente un año después de que fuese ella misma quien se encargase de compartir con la audiencia de 'Sálvame' su enfermedad. Tras unas semanas de ausencia en su programa, la colaboradora hacía público entre lágrimas que le habían diagnosticado un cáncer de pulmón. A pesar de ser un tumor localizado, sus médicos de la madrileña Clínica La Luz ya le advirtieron de que no se le podía "pegar el tiro" con facilidad y que le esperaba un largo tratamiento de quimioterapia, inmunoterapia y radioterapia por delante. Más de 365 días de incertidumbre que hoy han llegado a su fin.
Tras confirmarse su fallecimiento, han sido infinitos los rostros populares, muchos de ellos amigos, que han querido reivindicar su paso por sus vidas como lo que fue, una mujer fuerte, con una eterna sonrisa, que ha dejado un poso inolvidable en ellos a pesar de su triste adiós. Entre ellos, uno de los más emotivos ha sido el de su admirado Pablo Alborán, que le ha hecho una tierna promesa al enterarse de su final.
Con "mucho miedo" por el durísimo proceso al que se enfrentaba y que lamentablemente no ha sido suficiente, Mila manifestaba con optimismo que iba a "salir de esta", declarando con ese sentido del humor por el que tanto la quiso su público que "un tumor de mierda" no le iba "a parar la vida ni de coña".
Tras esta declaración de intenciones que mantuvo hasta sus últimos días, Ximénez, periodista todoterreno tanto en prensa escrita como en la pequeña pantalla, decidió refugiarse en su hija Alba y sus hermanos, grandes aliados en dicha pelea, en Marbella, el lugar donde la conocimos. Y ahí hemos querido regresar para hacerle un homenaje en un día tan triste como el de hoy.
Antes de convertirse en la Mila Ximénez del presente, ese torbellino que pasó a ser una imprescindible de este loco universo que creó Mediaset España para sus tardes, todos la conocimos como Mila Santana. Una jovencísima sevillana nacida un 21 de mayo de 1952 que saltó al papel couché de golpe sin muchas referencias.
De ella sabíamos que había estudiado Periodismo en su ciudad natal. También que a los 18 años se ganó su primer sueldo como enfermera en el hospital sevillano Nuestra Señora del Rocío, un puesto de trabajo al que accedió gracias a Utrera Molina, gobernador civil, luego ministro e íntimo amigo de su padre. Fue allí donde se enamoró de su jefe del departamento, el doctor Roberto Pastrana, un hombre casado con el que huyó a Madrid en busca de una nueva vida.
Aquella compleja relación en plena dictadura se alargó nueve años. Y tras varias infidelidades de por medio, su ruptura se produjo cuando se topó con Manolo Santana. En este nuevo noviazgo el pasado tampoco les puso fáciles las cosas. El tenista, que de aquella ya era considerado una leyenda viva del deporte, venía de un largo matrimonio con María Fernanda González-Dopeso, con la que fue padre de Manuel, Beatriz y Borja. Pero a pesar de todo, apostaron por continuar.
En los tres años que estuvieron juntos antes de su boda, toda España le puso cara a Mila. Antes de estar juntos, Ximénez de Cisneros (su apellido real) ya se había hecho un nombre como periodista, carrera por la que había apostado antes de esa etapa como sanitaria. Y ser la nueva pareja del mayor campeón de tenis de nuestra historia reciente le dio el empujón definitivo para que la señora de Santana, apelativo que ella utilizó a su favor, estuviese en todas partes pero siempre en el mismo sitio: Marbella.
Lecturas, Diez Minutos, ¡Hola! y más ¡Hola! Su rostro era portada semana sí y semana también. De aquella ninguno de los dos eran proclives a dar exclusivas, pero las informaciones sobre su intimidad eran actualidad rosa casi diaria. Vista la repercusión que tenía como personaje, Mila Santana volvió a demostrar que el papel couché estaba para utilizarlo cuando fichó por ABC como su entrevistadora estrella. Y en medio de este boom mediático, un 9 de febrero de 1983 se celebró su boda.
Fue por lo civil, en el juzgado de Villalba, en Madrid. Su enlace, al que Ximénez siempre ha defendido que llegó "absolutamente enamorada", era motivo suficiente para abandonar momentáneamente su vida de lujos y brillo marbellí y contraer matrimonio con Adolfo Suárez y la princesa Tessa de Babiera como testigos.
Ella llegó antes que él, con un traje blanco de lana de Tony Benitez y dos zorros a los hombros. Más ochentas imposible. Rocío Jurado y Pedro Carrasco se unieron a la fiesta posterior, que fue el arranque de una larguísima luna de miel en la que pasaron por Marbella, Nueva York, Acapulco, Santo Domingo, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Buenos Aires y Madrid.
El fervor de los inicios no tardó en apagarse. El nacimiento de Alba, su única hija en común, no logró que la relación remontase. Y poco después de su boda, en diciembre de 1986, decidieron tomar caminos separados. A pesar de que Mila asumió que en sus últimos años con Santana se convirtió en una "máquina de triturar", su infierno comenzó con la separación.
En sus primeras entrevistas como divorciada, la ya no Mila Santana llegó a declarar que "casi todos los días" se arrepentía de haber roto con él. Fue años más tarde, casi décadas, cuando se abrió la caja de los truenos y esta etapa pasó a convertirse en un conflicto televisado. Ximénez contó a posteriori que en ese tiempo, con una niña de dos años de por medio, se sintió "maltratada psicológicamente por Manolo Santana", al que definió como "un depredador emocional".
De ser requetebuscada por el papel couché, Mila se vio sumida en el ostracismo más absoluto. Ya nadie quería saber de ella, esa legión de amigos de las noches de Marbella se esfumaron. Y con ello, llegó la miseria. "Se me cerraron muchísimas puertas porque Manolo Santana hizo un contubernio con Encarna Sánchez para que me quedase en la calle", compartió recientemente. Ni como periodista, ni como celebrity, Mila dejó de existir. Pero lo que peor llevó fue ver cómo se borraba su rol de madre.
"A los que hablan de mi madre y dicen que me abandonó, yo les digo que ella me ofreció la mayor prueba de amor que puede ofrecer una madre: renunció a mí para que yo tuviera un futuro. Y lo hizo con todo su amor y rota de dolor". Estas palabras fueron el clavo al que Mila Ximénez se agarró cuando pensó que lo tenía todo perdido. A pesar de que en un primer momento tuvo la custodia de su hija, escuchar de boca de Alba Santana esta declaración de amor eterna le permitió perdonarse a sí misma por no estar presente en su infancia. No tuvo otra opción.
Sin trabajo, sin dinero que le permitiese salir a flote, sin un futuro con certezas, Mila tuvo que ver cómo su hija crecía con su padre y Otti Glanzielus, la tercera mujer del tenista. Tras el trauma que supuso para la niña la separación de ambos, Ximénez tuvo que inventarse una especie de 'Qué bello es vivir' para que la pequeña no fuese consciente de su dramática situación.
La ya exmujer de Manolo Santana tenía su ropa en un coche. "No sabíamos dónde íbamos a dormir. Ella nunca me decía nada, no quería hacerme daño, porque yo revestí mi vida de cierta frivolidad". Un sufrimiento que nunca entendió y del que siempre culpó al deportista, que cuando le pedía auxilio le respondía con un "dámela si no eres capaz de tenerla".
Ejercer su derecho de madre fue en ocasiones imposible. "Era muy difícil entender que Manolo Santana, un héroe nacional, era una mala persona. Que ese niño que empezó siendo recogepelotas y ganó Wimbledon era un mamarracho". Pero el tiempo cumplió su cometido y puso las cosas en su sitio. En la madurez, Alba Santana supo ver en su madre a una mujer luchadora que lo tuvo todo en contra. Es más, con el tiempo, su desvinculación con su padre (y su consecuente unión con su madre) fue tal que Alexander y Victoria, los nietos de Mila, conocen al suyo como "el abuelo que nos abandonó".