Raquel del Rosario atraviesa un difícil momento personal: "Ayer me rendí"
La cantante ha revelado a sus seguidores que está desbordada
Desbordada. Así se siente Raquel del Rosario. La cantante no atraviesa su mejor momento y ha querido compartir sus inquietudes con sus seguidores a través de su perfil de instagram, en el que lanzaba un mensaje un tanto preocupante. "Ayer me rendí un poco ante la idea de pretender ser madre, compañera, profesora, cocinera, ama de casa... a la vez. No puedo, no es sano, me desgasta, me aleja de mi...Yo, como siempre, queriendo controlarlo todo, incluso en estos tiempos, en los que la vida insiste en recordarnos que no hay nada que podamos controlar", ha escrito en una de sus últimas publicaciones.
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Su marido, su mejor aliado
En un momento especialmente delicado para todos por la crisis sanitaria a nivel global que estamos viviendo a causa del coronavirus, parece que la cantante ha llegado al límite. Ha llegado el momento de aflojar y renunciar a llevar el control de todo en todo momento. Un momento de aprendizaje para ella en el que cuenta con el apoyo incondicional de su marido, Pedro Castro. "Me rindo, me quito las máscaras, negocio los tiempos con papá, dejo la cama sin hacer, comemos pasta y estreno vestido para bajar al jardín".
La emotiva reflexión de Raquel del Rosario en plena crisis por el coronavirus
La crisis sanitaria por el coronavirus ha llegado a todos los rincones del mundo. Raquel del Rosario, su marido Pedro Castro y sus hijos Leo y Mael, están viviendo un confinamiento social en Malibú, donde fijaron su residencia después de contraer matrimonio en 2013.
Desde allí, la cantante compartía hace unos días una reflexión sobre el momento tan difícil que estamos a travesando. "Dimos por hecho las calles, a las que lanzábamos nuestros pasos apresurados, impulsados por la inercia de un día más. Dimos por hecho los lugares, a los que llegábamos y de los que nos íbamos, y a los que prometimos no tardar en regresar... Dimos por hecho la presencia del otro, olvidando el regalo que es la sonrisa en un cruce de miradas accidental. Dimos por hecho a nuestros mayores, llenando de sus historias los bancos del parque, la memoria de nuestros niños y las sobremesas en Navidad. Dimos por hecho los reencuentros, la alegría de los viernes y las risas ebrias de tanto brindar. Dimos por hecho la casa y olvidamos el hogar.