Nos advirtió de que 'Cuando el corazón llora' sería una catarsis, una vía por la que abrirse en canal y compartir con su familia virtual esos episodios del pasado que marcaron su infancia. Ahondar en ellos ha sido la única opción para recuperarse de su problema de salud mental. Una depresión severa sumada a un trastorno de ansiedad fue el diagnóstico que obligó a Tamara Gorro a trabajarse, a desentrañar de la mano de una psiquiatra y una terapeuta esas piedras que hicieron que su mochila vital fuese más pesada de la cuenta. Y entre todas ellas está el hecho de ser secuestrada por el entorno de su padre apenas unos meses después de quedarse huérfana.
Para entender por qué llegó a vivir aquello con apenas ocho años hay que recordar que la complicada relación de su padre con las drogas. Cuando Javier Gorro conoció a la madre de la influencer, ambos tenían 19 años. Él ya era adicto, pero conocer a Esther, que se quedó embarazada al poco después, le hizo iniciar un proceso de desintoxicación que duró hasta que su hija tuvo tres meses. Fue entonces cuando llegó la recaída, y con ella, la separación.
Su padre, que quería recuperar a su familia por todos los medios, decidió ingresar en Proyecto Hombre. Al recibir el alta, volvió a encontrarse con ese bebé del que se había separado durante su ingreso. Pero las cosas habían cambiado mucho durante su ausencia. Al principio, a Tamara le costó estar lejos de su madre y de sus "yayos" para pasar tiempo a solas con él. Así lo ha relatado en este libro autobiográfico, donde recuerda una escena que vivió junto a su abuela cuando era una niña.
"En el portal de mi yaya (...) apareció mi padre acompañado de un familiar". Esta persona, de la que no ha querido desvelar su identidad y con la que vivió una situación incómoda cuando le espetó en plena calle "dámela, dámela" en un día en el que no le tocaba la custodia, volvió a su vida tras la muerte de su progenitor. Y cuando la Tamara Gorro de ocho años se puso en contacto con el entorno de su padre tras su fallecimiento, con el que decidió pasar unos días, se produjo el secuestro.
"Al segundo día de estar con ellos, la misma persona que acompañaba a mi padre al barrio de mis yayos me encerró en una habitación en la que solo había un cuadro de mi padre enorme y una cama", narra en 'Cuando el corazón llora'. Allí estuvo "abandonada", sin poder salir, recibiendo un plato con caldo, pan y agua durante dos días.
Tamara "chillaba", "gritaba", "solo quería dormir, olvidar, desaparecer". Hasta que de pronto escuchó al otro lado de la puerta a tres señores de uniforme verde que la sacaron de allí. Era la Guardia Civil, a la que había pedido ayuda su madre para recuperarla.