Cerca del 50% de los españoles (alrededor del 70% de mujeres y 30% de hombres) se sometieron a un tratamiento estético en 2023. Las inyecciones de toxina botulínica, también conocida como bótox, ocupan el segundo lugar, solo superadas por la orientación nutricional, según datos de la SEME (Sociedad Española de Medicina Estética).
Algo tendrá cuando son cada vez más las "celebrities" que la usan. La toxina botulínica apareció en el panorama de la medicina estética hace 37 años por casualidad. Desde entonces, son cientos de miles las personas que la escogen para borrar las arrugas. Es mucho menos invasiva que la cirugía, el resultado se nota al instante y evitas las inflamaciones típicas de una operación. Pero conviene saber dónde y cómo tratarnos con ella, especialmente después de que inyectarlo en un docimicilio en Zaragoza haya llevado a una mujer a la UCI. ¿Quién puede inyectarla? ¿Son todas iguales? ¿Qué debemos considerar antes de lanzarnos a hacer este tratamiento? ¿Cuáles son sus contraindicaciones? Con la ayuda de una experta resolvemos todas las dudas.
Se trata de una neurotoxina que fabrica una bacteria llamada Clostridium botulinum. Antes de conocer sus usos médicos, sabíamos de ella porque era la desencadenante del botulismo, una enfermedad paralizante de los músculos que puede llegar a provocar la muerte. Convenientemente tratada, tiene un uso no solo estético: también se utiliza para corregir enfermedades de la vista, como el estrabismo.
Fue por casualidad, tal como comentábamos al comienzo. La doctora Jean Carruthers estaba tratando en 1987 con toxina botulínica a una paciente con blefaroespasmo (movimiento incontrolado de los párpados), cuando al inyectarla descubrió que, además de hacer desaparecer la afección, había borrado de golpe las arrugas de frente y entrecejo.
Aunque durante años la hemos conocido como bótox, este es solo uno de los numerosos nombres comerciales con que se fabrica. Ha sucedido un poco lo que ocurrió con el rímel, que era una marca comercial y ahora mucha gente llama así a la máscara de pestañas.
Como hemos visto, la toxina botulínica puede provocar una grave infección bacteriana que procede, principalmente, del consumo de alimentos enlatados en mal estado. Pero en pequeñas dosis, al paralizar músculos, deja la zona en la que se inyecta libre de arrugas.
"Por encima de todo, que el lugar donde nos sometemos a este tratamiento cuente con la certificación y las medidas higiénico-sanitarias necesarias", nos explica Gema Cabañero, directora del centro estético de igual nombre, que ofrece en él este servicio de medicina estética. "E igualmente importante, que quien inyecte esa toxina botulínica sea un médico especializado, jamás un profesional de la estética. Y que lo haga en un centro autorizado, por supuesto. Constantemente se escuchan historias atroces: pacientes que, por ahorrar un puñado de euros, se someten a ese tratamiento en centros clandestinos, en domicilios incluso, sin la higiene ni la titulación imprescindibles, sin una toxina botulínica con la certificación sanitaria de la UE".
Desde la SEME aseguran que 8 de cada 10 tratamientos de medicina estética los realizan profesionales no autorizados, con el consecuente riesgo para la salud. Si nos surge la duda, podemos preguntar al centro por el nombre del facultativo y comprobar que está registrado en la web de esta sociedad.
En efecto, hay todo un mercado negro de la toxina botulínica. Ante cualquier signo de sospecha, lo mejor es no ir. Las consecuencias pueden ser muy graves. Y en este sentido Cabañero también hace hincapié en la calidad del producto: "Estamos hablando de una sustancia que va directa a nuestros músculos faciales. La calidad incuestionable del producto que nos vamos a inyectar debe estar fuera de toda duda".
"No, desde luego que no", asegura Gema Cabañero. "Hay una serie de limitaciones: por ejemplo, si hay enfermedades de tipo neuromuscular, dificultad al tragar, si se atraganta y tose a menudo con comidas o bebidas… Puede parecer obvio, pero es importante indicar al facultativo si existe algún problema previo, como la miastenia o cualquier enfermedad que convenga conocerse. Y, evidentemente, ante una alergia a la propia toxina". Las alteraciones palpebrales (de los párpados) son otra línea roja para no inyectarse bótox.
Es mejor, señala la directora de la clínica, pasarse dando información al o la especialista que quedarse corto. "Si conocemos alguna alteración que nos genere la más mínima duda sobre la inyección de estos viales, podemos sugerir a la paciente tratamientos rejuvenecedores, no invasivos y que no entrañen riesgos para su salud".