El factor de protección solar de una crema, conocido como SPF (Sun Protection Factor), indica el nivel de protección que ofrece contra los rayos UV, el escudo indispensable para evitar quemaduras en la piel, así como prevenir el envejecimiento prematuro y, por supuesto, patologías de mayor gravedad.
Lo que indica el número de SPF es el tiempo que se puede estar expuesto al sol sin quemarse comparado con el tiempo que tardas en quemarte si no utilizas protección solar, aunque es necesario indicar que hay factores que pueden alterar esta estimación. Uno de ellos es el uso correcto de la protección, otro es el índice de radiación solar y un tercero sería el tipo de actividad que se realice tras la aplicación de la crema.
Más allá del tiempo de exposición al sol, el número de SPF revela también el porcentaje de bloqueo de los rayos UV que se consigue con la aplicación del protector solar, aunque en este sentido, la diferencia entre los niveles de protección no es excesivamente significativa.
Como hemos adelantado, el número de SPF es un multiplicador del tiempo que tardas en quemarte de manera natural o, dicho de otro modo, indica el tiempo que puedes estar al sol sin quemarte en comparación con el que tardaría en quemarse la piel sin el uso de factor de protección. Las cuentas son así de sencillas modo: si te quemas al sol en 10 minutos sin usar protección, con un SPF 10 tardarás en quemarte 100 minutos.
Pero hay que insistir en que esta regla no es exacta, ya que intervienen otros factores. El primero y más importante de todos es la cantidad y frecuencia con que se aplica la protección. En cuanto a la cantidad, hay establecidos unos márgenes por rango de edad para cubrir todo el cuerpo: entre 3 y 5 años se debe utilizar entre 5 y 10 mililitros, en el rango de 5 a 10 años, entre 15 y 20 ml y en el caso de los adultos se necesitan al menos 30 ml.
En lo que se refiere a la frecuencia, dependerá del número de SPF elegido y de cada tipo de piel, pero en general es recomendable volver a aplicarla cada dos horas o tras cada chapuzón y ésta debe ser la norma en verano, cuando la ración solar es más elevada.
Por su funcionamiento, hay que diferenciar entre las cremas solares físicas -también llamadas minerales- y las químicas. Ambas bloquean los rayos UV pero las primeras actúan reflejando la luz UV, mientas que las segundas la absorben. Además, es importante elegir una protección solar de amplio espectro, que proteja de los rayos UVB y UVA.
El número de factor de protección también indica cuál es ese porcentaje de bloqueo, aunque las diferencias son prácticamente inexistentes. De manera aproximada, el comportamiento es el siguiente: un SPF 15 bloquea el 93% de los rayos UVB, un SPF 30 el 97%, un SPF 50 bloquea el 98% y un SPF 50+ el 99%.
Esto indica que un mayor factor de protección no es necesariamente mejor, lo importante es que se aplique de manera generosa y uniforme en todas las partes del cuerpo que van a quedar expuestas al sol, además se recomienda proteger la piel unos 30 minutos antes de la exposición y reaplicarla cada dos horas y sudar o zambullirse en el agua.