Un pelo saludable es aquel que luce brillante, sedoso y con cuerpo y depende de prestar la atención suficiente a cuidar el cuero cabelludo. De la misma forma que nos limpiamos la piel del rostro al llegar a casa o nos aplicamos un tratamiento para hidratar, nutrir o retrasar la aparición de las arrugas, el cuero cabelludo necesita ser cuidado con mimo y de la forma correcta.
El cuero cabelludo es una piel flexible y resistente que cubre nuestro cráneo y aloja entre 100.000 y 150.000 cabellos. Se compone de dos zonas: una capa externa o epidermis y una capa más profunda o dermis. La capa externa tiene una función protectora y actúa como una verdadera barrera física de protección al igual que como aislante térmico, ya que produce y disipa el calor para mantener una temperatura interna constante de 98,6°F.
Justamente debajo, la dermis se encarga de dar soporte nutritivo a los bulbos pilosos. Aquí, numerosos vasos sanguíneos proporcionan oxígeno y nutrientes a la raíz o folículo piloso de cada cabello para que crezca sano, fuerte y lleno de vitalidad. Gracias a este aporte de energía las células de los bulbos pilosos, llamadas queratinocitos, producen continuamente los componentes de la fibra capilar.
Por todas estas razones el cuero cabelludo necesita de atención; protege de las agresiones exteriores y a su vez regula la hidratación limitando la sequedad de la piel y lubricando todo el cabello. De este modo, un cuero cabelludo cuidado correctamente se hace visible cuando el pelo luce saludable, brillante, fuerte, flexible y sedoso.
Los expertos en cuidado capilar aconsejan cuál es la forma correcta de cuidar el cuero cabelludo y cómo es posible recuperar la vitalidad que va perdiendo debido a los tintes inadecuados, a los baños en piscinas con cloro o a una exposición excesiva al calor. Estas son sus 10 recomendaciones:
Cada persona tiene un tipo de cabello distinto con mayores niveles de sequedad o de grasa. Lo ideal es encontrar un champú específico, cuanto más suave mejor, y lavarlo con agua templada cuando sea necesario, aunque tenga que ser a diario. La clave está en aplicar siempre las cantidades mínimas de champú, de acondicionador o de mascarilla. Incluso a veces, en melenas largas, lo ideal puede ser utilizar un producto concreto para las raíces y otro distinto para las puntas si es necesario aportar más hidratación.
Esto implica reducir la temperatura del secador, de las planchas o de los rizadores. Es más, los expertos recomiendan dejar secar el pelo al aire libre siempre que se pueda después de lavarlo. Cuando sea necesario utilizar estos pequeños electrodomésticos se debe evitar la potencia máxima y usar el secador a una temperatura suave y a una distancia mínima de la raíz del pelo de 10 cm.
El pelo es flexible y resistente pero también sensible al trato que recibe. Esto significa que hay que cepillarlo con cuidado sin dar tirones, lavarlo realizando un masaje de raíz a puntas con la yema de los dedos y después retirar el exceso de humedad a toques con una toalla limpia sin dar restregones y sin retorcer el cabello.
Los gorros o sombreros son ideales para proteger el cuero cabelludo en invierno porque ayudan a mantener la temperatura corporal en los días más fríos. Sin embargo, no hay que abusar de estos complementos porque impiden que el cuero cabelludo respire correctamente. También se recomienda usarlos con la cabeza limpia ya que, si se encuentra sucia y con exceso de grasa, el sudor y la contaminación, sumado al efecto aislante del gorro, pueden asfixiarlo aún más.
En los meses de verano es recomendable utilizar gorros o telas siempre transpirables para proteger el cuero cabelludo de la exposición a los rayos solares, porque se puede quemar como el resto de la piel del cuerpo.
Las coletas o los recogidos muy tirantes pueden acabar debilitando los bulbos pilosos por lo que es recomendable no abusar de este tipo de peinados.
El cuero cabelludo también necesita exfoliarse cada semana o cada 15 días de modo que la superficie se limpie en profundidad y se elimine el exceso de células muertas.
En el momento en el que el cuero cabelludo empieza a producir picores significa que se está defendiendo de alguna agresión. El hecho de rascarse intensifica los picores y además amplifica la irritación. Lo normal es que la causa esté precisamente en los productos capilares utilizados con lo cual el primer paso sería dejar de usarlos. Si ese picor persiste más de cuatro días lo aconsejable es acudir a un dermatólogo que es el profesional que puede identificar la causa, realizar un diagnóstico y recetar un tratamiento si es necesario.
Al igual que en el resto de los órganos del cuerpo, la alimentación influye directamente en la salud del cuero cabelludo. Los alimentos ultraprocesados, los fritos, la sal, el azúcar y el alcohol no son aconsejables. Por su parte, las frutas y las verduras repercuten de forma positiva porque son fuente de vitaminas y minerales.
Puede ser necesario consultar a un dermatólogo cuando a pesar de seguir estas recomendaciones el cabello sigue mostrando poca vitalidad, se cae en exceso o el cuero cabelludo se muestra demasiado sensible. Existen cueros cabelludos hiperactivos que reaccionan de forma exagerada o experimentan picores, irritaciones y molestias por tanto necesitan un tratamiento que calme y purifique. Del mismo modo, otros cabellos parecen sin vida y es necesario tonificarlos y estimularlos desde la raíz para reactivar la microcirculación sanguínea.