Tras varios meses usando mascarillas de manera continuada es posible que la piel que llevas cubierta esté sufriendo irritaciones y que notes al quitártela cómo la piel está seca y tirante y es que la deshidratación, junto con los brotes de acné, es uno de los efectos secundarios más habituales del uso de mascarillas.
La deshidratación se produce porque la mascarilla impide la correcta transpiración de la piel y el aumento de temperatura en la zona cubierta y no se trata de un problema exclusivo de las pieles secas, también afecta a las pieles grasas, aunque la manera en que se manifiesta es diferente en cada una de ellas. En ambos casos es necesario aportar agua a la piel.
Para minimizar los efectos negativos que provoca la mascarilla en la piel es fundamental seguir una rutina que empiece el día con una buena higiene facial, continúe con una hidratación adecuada al tipo de piel y termine con otra limpieza antes de ir a dormir.
La higiene del rostro es una de las reglas de belleza más importantes y con el uso de las mascarillas es fundamental extremar la higiene facial: limpiar y tonificar el rostro, evitando hacerlo con agua y jabón que suelen resecar aún más la piel, para eliminar impurezas y equilibrar el pH.
Antes de acostarse es imprescindible limpiarse de nuevo el rostro para eliminar cualquier resto de suciedad, sudor o, en su caso, maquillaje.
Si tienes la piel seca utiliza limpiadores en leche, crema, espuma o un agua micelar, con ingredientes que sean hidratantes y emolientes con base oleosa, ácido hialurónico o ceramidas que nutran la piel, que sean respetuosos con el manto lipídico y si es posible, que sean reparadores y estimulen el metabolismo celular de la piel.
Si tienes la piel grasa es recomendable un limpiador con ácido salicílico porque es un activo soluble en grasa que penetra en las capas más profundas de la piel y ayuda a controlar el sebo, los granitos y los puntos negros.
El siguiente paso en la rutina facial es la hidratación, que debe ser adecuada para tu tipo de piel (grasa, mixta o seca). Todas las pieles necesitan hidratación, o lo que es lo mismo, un aporte de emolientes y lubricantes. Lo ideal para llevar debajo de la mascarilla es una hidratante de textura ligera que, además, tenga antioxidantes y gran capacidad para retener la humedad.
Para las pieles grasas lo ideal son los formatos en fluido o gel con ingredientes como el ácido hialurónico, que tiene una gran capacidad para retener agua y mantener la hidratación en la piel, el pantenol, que es una vitamina con propiedades humectantes y gran capacidad para favorecer el proceso natural de regeneración de la piel, la glicerina, con gran poder de hidratación y aloe vera, que además de hidratar tiene propiedades bactericidas, antisépticas, antiinflamatorias y regenerantes.
Las pieles secas deben elegir el formato crema e ingredientes como el ácido hialurónico y glicerina para retener el agua, colágeno y ceramidas para establecer una barrera de protección y ayudar a reafirmar la piel y alfa hidroxiácidos que ayuden a nutrir la piel.
Otra recomendación es evitar la base de maquillaje, que puede provocar mayor oclusión en los poros. Si tienes la costumbre de llevar un poco de tono en el rostro y no puedes pasar sin él elige una crema hidratante con color que se absorba rápido y permita que la piel transpire. Este consejo es particularmente importante si tienes la piel grasa ya que la suma de sudor, maquillaje y mascarilla puede promover la producción de grasa con la consecuente infección y posterior inflamación del folículo piloso.
Tampoco se debe olvidar la protección solar porque, aunque la mascarilla cubra media cara, ésta no protege de las radiaciones solares y además la otra media queda expuesta a los rayos UV.
Para las zonas más sensibles o que estén en contacto permanente con la mascarilla, como el puente de la nariz, las mejillas y la parte posterior de las orejas, se recomienda el uso de vaselina o aceites reparadores como el de rosa mosqueta que contiene una alta concentración de antioxidantes que calman y protegen la piel de posibles agresiones externas, ayudando a regenerar las zonas más afectadas por las rozaduras.