Linda Evangelista, ícono de la moda de los años 90, desvelaba a finales del pasado año el estremecedor motivo que hizo que desapareciera de la escena pública hace YA un lustro. La top model, de 56 años, quedó “brutalmente desfigurada” tras someterse a una criolipólisis, un tratamiento dermatológico que destruye las células grasas mediante una disminución de su temperatura para que sean eliminadas sin dañar el resto de las células de su piel, desencadenando en ella el efecto contrario y derivando en una enfermedad llamada hiperplastia adiposa paradójica o PAH.
La canadiense, que intentó arreglar esta chapuza estética con dos intervenciones que tampoco dieron el resultado esperado, se sumió en una profunda depresión y, desde entonces, sigue en el complicado camino de aceptar su nuevo y desmejorado físico. “Amaba subirme a una pasarela. Ahora me da miedo cruzarme con algún conocido. Pero no puedo vivir así nunca más, escondiéndome y con vergüenza. No podía seguir viviendo en este dolor durante más tiempo. Estoy decidida a hablar”, ha posado por primera vez en ‘People’ para contar su historia.
Linda, que ha demandado a Zeltiq -la compañía matriz de los aparatos de ese tratamiento, a la que exige una compensación de 50 millones de dólares en daños, ha explicado en estas páginas que fue a los tres meses de iniciar el tratamiento cuando empezó a notar bultos en las partes del cuerpo que pretendía rebajar. En un primer momento trató de solucionarlo con dieta y ejercicio (“Llegué a no comer en absoluto. Pensé que estaba perdiendo la cabeza”), pero después decidió acudir, asustada por su realidad, a su médico, que le diagnosticó PAH.
Explica la modelo que las dos operaciones posteriores que tuvo que costearse, ya que la marca comercial se ofreció a pagárselas a cambio de un contrato de confidencialidad que no estaba dispuesta a firmar, no resolvieron su problema, al contrario, endurecieron estos bultos y empeoraron su aspecto. “No podía llevar un vestido si no llevaba faja, me hacía rozaduras hasta el punto de llegar a sangrar. Porque no es como grasa blandita rozándose, es grasa dura”, asevera Evangelista, que asume que los diseñadores no estarían dispuestos a vestirla con su físico actual.
“Siempre supe que envejecería. Y sé que hay cosas por las que un cuerpo tiene que pasar. Pero jamás pensé que acabaría viéndome así”, lamenta la que ha sido 11 veces portada de Vogue en Estados Unidos, que afirma no se capaz de mirarse en el espejo porque no se identifica. “¿Por qué sentimos la necesidad de hacerlo eso a nuestros cuerpos?”, es la pregunta que ahora en la cabeza de Linda, que está dispuesta a seguir “compartiendo mi experiencia para deshacerme de la vergüenza, aprender a quererme de nuevo y ayudar a otros en el proceso”.