Es completamente natural que aunque nunca hayas tenido problemas para conciliar el sueño, estés experimentando durante la cuarentena episodios de imsomnio, teniendo pesadillas más a menudo de lo habitual o despertándote varias veces durante la noche sin conseguir un buen descanso continuado.
La inmensa mayoría de personas estamos confinadas en un espacio al que no le sobran los metros cuadrados, no salimos a la calle (o muy poco y sin un propósito relajante), y los días se suceden al igual que las noticias preocupantes, los datos, las cifras… Estamos preocupados, sabemos que esto acabará pero no cuándo, ni cómo, y es difícil a estas alturas no conocer de pirmera mano a alguien afectado por el Covid-19. Con todo esto, lo más normal es que nuestro descanso, que tanto depende de cómo nos encontremos física y anímicamente, se haya visto alterado.
Aquellas personas que están teletrabajando y manteniendo ciertos horarios y rutinas es posible que se hayan podido adaptar mejor a la alteración que ha supuesto en nuestras vidas la pandemia. Pero sin duda la cosa se complica cuando se ha cesado por completo la actividad laboral y de repente hay que inventarse hábitos y actividades, contando con los recursos que cada uno disponga en casa, para no dejar que los días pasen sin más.
Es posible que a estas alturas ya hayas hecho bizcochos, aprendido a bailar zumba, te hayas visto todas las temporadas de varias series y, con todo, no consigas generar en ti un estado adecuado para dormir plácidamente cuando llega la noche.
Sentirnos cansadas durante el día es solo la consecuencia más inmediata y reconocible de no descansar bien por la noche, pero hay más. Nuestra salud se ve afectada por la falta de descanso de manera continuada. Nuestro sistema inmunológico necesita del descanso nocturno porque es el momento en el que las células se reparan y están preparadas para responder ante posibles infeccionesy procesos inflamatorios.
El sistema nervioso se mantiene saludable gracias al sueño, y cuando este se ve alterado tenemos más riesgo de sufrir hipertensión, porque nuestro cuerpo no regula como debe las hormonas del estrés, algo que afecta a nuestra tensión arterial. Y, aunque no parezca tan grave, que no se regulen las hormonas del estrés perjudica el aspecto de nuestra piel, que puede padecer inflamaciones que le hagan perder colágeno y ácido hialurónico, responsables del brillo y tersura que nos gusta lucir, además de hacernos más propensas al los eczemas y al acné.
Por último, no dormir lo suficiente puede alterar nuestras funciones metabólicas y causarnos un aumento de peso, algo que no nos conviene en estos días en los que de por sí ya tenemos menos actividad física y es posible que estemos algo peor de lo que deberíamos.