A la hora de mantener el cabello sano, es fundamental conocer el nuestro. ¿Graso o con tendencia a resecarse? ¿Fino o tan solo deshidratado? ¿Rizado o liso? Es normal que entren dudas, y más todavía en verano, que lo somete al calor y al sol y lo cambia casi por completo.
Mantener el pelo sano y brillante no siempre resulta fácil. El uso constante de herramientas que le dan calor y lo queman, los químicos de los tintes y la exposición a los rayos UV del sol son tan solo algunos de los factores que pueden dañar nuestro cabello. Por suerte, nunca es tarde para ponerle remedio. Tan solo necesitamos incorporar a nuestra rutina una serie de hábitos que nos ayudarán a conservarlo sedoso. En Divinity te traemos los mandamientos para el cuidado del cabello.
Sanear el pelo es fundamental para que crezca sano y fuerte. Las puntas son las que más sufren los efectos del calor y los químicos, y cortar las que ‘están abiertas’ periódicamente es la mejor forma de que nuestro cabello luzca siempre sano y fuerte.
Conocer las rutinas y necesidades de nuestro cabello es fundamental para poder darle lo que necesita. Pregunta a tu peluquero sobre las demandas de tu cabello y opta por productos que solucionen esas carencias.
Elige un día a la semana para aplicar una mascarilla hidratante y dejarla en tu pelo durante una hora. Evita aplicarlo en las raíces, para conservar el volumen del pelo; la mascarilla lo nutrirá en profundidad y paliará los efectos de químicos y secadores.
Aplicar una mascarilla y acondicionador es fundamental, pero dejarlo reposar, con el pelo escurrido y papel film alrededor, es mucho más efectivo. Ahora que la piscina y la playa pueden dejar su poso en el cabello, dejar un poco de acondicionador en la melena puede ayudar a que el cloro y la sal no penetren directamente en ella.
En cabellos secos, las mascarillas son muy efectivas cuando se aplican de medios a puntas, con papel film o una toalla caliente y antes del champú. Puedes aplicarla durante veinte minutos.
Los químicos acaban con la salud de nuestro pelo. En el caso de los champús, conviene cambiar el habitual de supermercado por uno sin sulfatos y natural. Aunque no haga tanta espuma, tu melena lo agradecerá.
Una de las creencias populares dice que “el pelo se acostumbra al champú”, y por eso conviene cambiarlo periódicamente. No hay evidencia científica que lo respalde, y lo cierto es que el cabello no tiene capacidad para ‘acostumbrarse’ a nada. Si un producto funciona, no hay por qué cambiarlo.
En contra de lo que podamos creer, el champú no debería usarse en las puntas y los largos del cabello. Los expertos recomiendan aplicarlo en el cuero cabelludo, sin frotar, y dejarlo reposar para que haga efecto.
Los expertos coinciden en que abusamos de la cantidad de champú a usar en cada lavado. Con aplicar el tamaño de una cuchara en las manos, basta.
Los mitos en torno a la temperatura del lavado nos rodean como aves carroñeras. Es cierto que usar agua fría ayuda al folículo, pero tan solo el calor ayuda a retirar la grasa. Lo más conveniente es usar agua tibia y, si se quiere, hacer un último aclarado con el grifo bien frío.
El cabello es más frágil cuando está húmedo, y por eso es preferible cepillarlo en seco, antes de lavarlo. Puedes repetir el proceso hasta tres veces al día, y al menos una vez antes de acostarte y otra antes de lavarlo.
Lo mejor para el cabello son los peines de púas anchas, ya que son menos agresivos para el pelo. Si optas por un cepillo con muchas cerdas, úsalo con cuidado y siempre en seco.
Escoger un momento pausado para el cepillado es fundamental para poder dedicarle tiempo y cuidados a tu pelo. Los expertos recomiendan pasar el peine entre 10 y 20 veces, para exfoliar el cuero cabelludo y estimular la circulación sanguínea, y hacerlo con cuidado y tranquilidad.
Cepillarte el pelo al levantarte, con el cabello seco, es una buena idea. Si la llevas a cabo, comienza por las puntas, sigue por los medios y acaba en la raíz. Haz del cepillado un masaje que reactive tu cuero cabelludo y notarás la diferencia.
En la medida de lo posible, conviene proteger el pelo de los daños producidos por el calor. Trata de reducir el uso del secador, las planchas y las tenacillas.
Un protector del calor o un aceite para las puntas puede reducir los efectos de secadores y otras herramientas sobre tu pelo. Encuentra la que mejor se adapte a ti y úsala cada vez que vayas a aplicar calor sobre tu melena.
Si usas el secador a menudo, trata de hacerte con uno profesional. La diferencia entre uno que lo es y otro que no es sobre todo la potencia, lo que reduce tanto el tiempo que tardamos en secar el cabello como el daño al que le sometemos.
Todos los objetos que vayan a incidir sobre nuestro pelo, como coleteros o gorros de natación, deben ejercer la menor presión posible. En el caso de los últimos, asegúrate de que sea de licra y evita usar horquillas o gomas que puedan romperlo.
La hidratación tiene un efecto directo sobre nuestro cuerpo y cabello. Beber dos litros de agua al día mejorará la calidad del pelo y ayudará a que nos sintamos mejor.
A la hora de dormir, evita hacerte una coleta. La fricción y todas esas horas pueden ser muy agresivas con tu cabello; en la medida de lo posible, opta por la melena suelta.