Una gran fuente energética llena de vitaminas y minerales: ¿Conoces las propiedades de la miel?
La miel es un producto lleno de propiedades y beneficios para el organismo, siempre que se consuma con responsabilidad y moderación
Su aporte calórico lo hace perfecto para algunas personas pero, en cambio, hace que en otras se tenga que reducir su consumo
La miel, esa sustancia algo viscosa y dulzona que no es del gusto de todos los paladares y que solemos tener en la despensa de casa sin hacerle mucho caso hasta que llegan los catarros de invierno y otoño en los que una infusión con un chorrito de miel no nos viene nada mal. Pero quizá si conociésemos un poco más las propiedades y beneficios que tiene la miel la tomaríamos de manera más recurrente, siempre en cantidades idóneas. A partir del néctar de las flores o de algunas plantas, las abejas crean esta sustancia que se ha consumido y utilizado en distintas civilizaciones a lo largo de la historia.
¿Cuáles son sus propiedades?
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Hay distintos tipos de miel según las abejas, el tipo de colmena y el néctar de según qué flor, dando lugar a innumerables variedades de miel. Según la Fundación Española del Corazón las propiedades que se pueden encontrar en la miel son múltiples y variadas. Principalmente es un aporte recurrente en azúcares, por lo que es una gran fuente de energía que mejora la vitalidad de la persona y le permite mantenerse activa para la realización de sus actividades diarias.
Tal y como expone la Fundación Española del Corazón, solo 100 gramos de miel pueden aportar unas 300 calorías, por lo que se debe moderar su consumo. Aún así, teniendo en cuenta este aspecto se aconseja su consumo, sin pasarse, para deportistas que necesiten energía, trabajadores que requieran de esfuerzo físico en su día a día o quienes se mantengan en una dieta para el aumento de peso. Por su lado, la entidad establece que el consumo más moderado es el de 10 gramos al día, que se puede añadir a la leche, a una infusión o a un yogur. Esta cantidad no llega a ser un aporte calórico excesivo, por lo que sus propiedades actúan de forma beneficiosa.
Más allá de ser una fuente energética, calórica y de azúcar, la miel también contiene otras propiedades destacables. Entre todas ellas se encuentran las vitaminas, especialmente la C y algunas del grupo B, como la B1 o la B2, además de ser un producto rico en diferentes minerales, como el fósforo, el calcio, el hierro o el magnesio. Por su lado, también es una fuente en la que destacan otras sustancias como el ácido fólico o los flavonoides. Gracias a todos estos aportes, la miel es capaz de mejorar la calidad del sueño, reducir el estrés e incluso mejorar la estimulación del sistema inmunológico y conseguir reforzarlo.
Por otro lado, cabe destacar que ya hace miles de años se utilizaba, por ejemplo en Egipto, para la cicatrización de heridas. Esto se debe a su poder aséptico y antimicrobiano que ayuda a evitar las infecciones. Además, como no, de que su consumo moderado permite calmar la tos en muchas personas que sufren un resfriado.
No es oro todo lo que reluce
Pero la miel también tiene sus contraindicaciones, como casi cualquier alimento. Aquí entra su consumo frecuente y en exceso que puede llevar a aportar más azúcares y calorías de las que verdaderamente necesita el organismo, unas cantidades que se ven implementadas en las mieles industrializadas. Por ello, se aconseja el consumo de miel natural, aunque sea más espesa, pues conserva mucho mejor todas sus propiedades.
Y ojo, porque al igual que el azúcar, la miel no está indicada para las personas diabéticas, aunque sí que lo está en momentos de bajadas de azúcar, pues la miel contiene azúcares de fácil absorción que permite que los niveles se recuperen rápidamente. Tampoco es lo más recomendable para un bebé. Aunque no llega a estar del todo contraindicado, lo cierto es que siempre pueden quedar ciertas bacterias en la miel que en los adultos no tendrían consecuencia alguna, pero en el aparato digestivo de un bebé sí porque no sería capaz de eliminarlas, por lo que lo más adecuado es no ofrecerles miel por lo menos en el primer año y medio de vida de los más pequeños.
Como ves, la miel es una gran fuente en cuanto a sustancias necesarias para el organismo, como vitaminas y minerales, pero también es un producto con altos contenidos en azúcares y calorías que puede resultar peligrosos en algunos casos, por lo que su consumo moderado es lo más adecuado, especialmente en algunos grupos de población.