"No tengo ninguna vergüenza ni ningún miedo de lo que pueda decir nadie". Así de rotunda ha sido Tamara Gorro en su último podcast, donde ha abierto un debate sobre la estética junto a Carlota Hernández Sanz, una "gran especialista en este mundo" que además es su amiga y doctora de confianza. Harta de que los haters resalten lo mucho que ha cambiado desde que la conocemos (“Obviamente no parezco la misma, mi primera aparición en televisión fue con 20 años y tengo 34”), la influencer ha optado por enumerar una a una los retoques y operaciones a los que se ha sometido.
Como bien ha explicado ella misma, aunque su debut en la pequeña pantalla fue antes, sus primeras experiencias con la estética se produjeron cuando llegó a Valencia, hace cinco años, para acompañar a su marido Ezequiel Garay en el que ha sido su último destino futbolístico.
Comenzó haciéndose un piling químico, un tratamiento que “lo que hace es levantarte la piel” hasta, como bien ha confesado Tamara, “cambiársela por completo”. Siempre en manos de profesionales como Carlota, la Gorro completó estos cuidados con vitaminas, a las que ella llama con humor “la trampa”: “Me las pincho en la cara, es como cuando te tomas una pastilla, que no te hace el mismo efecto que cuando vas al hospital y te lo ponen por vía venosa”. Estos tratamientos faciales hicieron que el rostro de Tamara Gorro, que hasta entonces solía mostrarse apagado por un mal descanso, ganase rápidamente en luz y vitalidad. Pero hay más.
“Por supuesto que llevo bótox, claro que sí”, ha reconocido con naturalidad. Sin embargo, con esto ha querido romper un mito y dejar claro que en la estética es preferible ser prudente, algo que aprendió de la doctora Hernández Sanz: “Si os dais cuenta, yo tengo arrugas en la frente, yo no quiero perder mi expresión, es una forma de prevenir la vejez”.
El resto de cuidados faciales se completarían con el láser, al que recurrió para “prevenir el acné y quitar manchas”, así como la presencia de toxina en las cejas, un leve plus con el que logró levantarlas. “A mí nunca me ha gustado mi mirada, de hecho cuando me quité las pestañas postizas me veía ojitos de aceituna. ¿Veis que las tengo más ampliadas?”, ha mostrado a su familia virtual.
Por último, además de apostillar que de cirugía estética como tal solo se ha intervenido el pecho para aumentar su tamaño, Tamara Gorro ha querido aclarar el cambio que ha experimentado su boca. “Mi labio baja en el lado izquierdo, porque tengo una parte más caída, y opté por rellenarlo, porque es lo que necesito, y no hace falta más porque queda bonito y natural”, ha confesado.
Después de este acto de honestidad, algo a lo que nos tiene más que acostumbrados, la de Móstoles ha defendido que seguirá haciéndolo “porque me veo bien, me apetece y me veo mona”. Y también ha hecho una advertencia a los haters: “No usemos esto como ataque hacia nadie, cada uno hace lo que le da la gana. Si tú te ves bien con tus arrugas, adelante. Y si tú te ves bien con el labio con volumen, adelante, también”.