Los tatuajes y las cicatrices son marcas que quedan en el cuerpo para toda la vida, pero mientras que las cicatrices se suelen considerar antiestéticas, los tatuajes están bien vistos por casi toda la sociedad, por eso mucha gente se anima a tapar una con otro, es decir, tatuarse la cicatriz para que no se vea.

Hay profesionales del tatuaje que no están de acuerdo con esta práctica, aunque la mayoría no encuentran obstáculos siempre que se adopten ciertas precauciones, como esperar un tiempo prudencial antes de tatuar la cicatriz para asegurar que la herida está totalmente cerrada y evitar tatuar una zona con varices o una cicatriz queloide, aunque para estas hay muchas soluciones creativas que las hacen formar parte de un tatuaje sin necesidad de llenarla de tinta.

Generalmente lo que se busca es cubrir con un tatuaje las cicatrices que resultan de cirugías comunes, es decir, las que quedan tras una operación de apendicitis o de una cesárea y las derivadas de alguna rotura de huesos o ligamentos. Si lo que prima es la estética, se elige un motivo sin más, que le guste o con el que se identifique el cliente.

Muchas mujeres deciden tapar una cicatriz en el vientre, tras una cesárea u otro tipo de intervenciones, con motivos florales que van de cadera a cadera a modo de cinturón.

Los pájaros, las plumas o las mariposas son también motivos clásicos para esconder las cicatrices de la zona pélvica.

Cuando se busca cubrir una cicatriz cada persona es un mundo y ese tatuaje concreto puede que sea el primero, el penúltimo o el único que se vaya a hacer en su cuerpo, por eso no hay ninguna regla salvo la que es evidente: una cicatriz muy grande necesitará para cubrirse más tinta que una pequeña.

Una cicatriz en la columna vertebral puede servir de base para dibujar el tallo de una planta trepadora.

La forma diagonal de una cicatriz pequeña es la pendiente perfecta para llevar tatuado un vehículo deslizándose a toda velocidad.

En el caso de cicatrices queloides, esas en las que se forma tejido grueso que sobresale de la lesión inicial, la solución pasa no por pintar sobre la cicatriz, sino dejarla intacta y decorar el tejido adyacente. Este tipo de cicatrices se suelen convertir en un objeto tan real como la espina de un pez o los dientes de una cremallera, aunque la creatividad de los artistas es infinita.

Utilizar la cicatriz queloide para dibujar un pescado es uno de los recursos más divertidos y recurrente.

También los objetos de costura como la cremallera, el hilo y la guja son perfectos en estos casos.

Pero existen otros supuestos en los que la cicatriz tiene un significado mucho más profundo, como las que quedan tras una mastectomía o las que resultan de una autolesión. Son casos especiales que se tratan de manera especial.

Cuando las cicatrices son resultado de una autolesión intervienen muchos factores psicológicos tanto en la lesión como en la posterior recuperación, de la que puede incluso formar parte el tatuaje. En estos supuestos el tatuaje puede ser una frase o imagen de aliento y esperanza.

Una frase de ánimo o de aliento para empezar un nuevo futuro puede ser parte de la terapia de recuperación.

El caso de la mastectomía es también un supuesto aparte ya que en muchas ocasiones se utiliza la tinta como elemento empoderador y en otras, como una ayuda estética importante ya que se utiliza para dibujar la areola de una mama reconstruida.

Tatuaje de areola para mamas masculinas:

Además de estos casos, que se dan tanto en mujeres como en hombres, hay quienes apuestan por tatuajes más arriesgados, diseños grandes que cubren toda la zona del pecho para darle más protagonismo a las mamas o empoderarse ante la ausencia de las mismas.

Proceso de creación de una areola con tinta:

Tatuaje de color en una mama extirpada: