"Yo no recuerdo si sabía que era futbolista, si lo supe tampoco le di importancia porque el mundo del fútbol no me gustaba". Esto es lo que pensó Susana Saborido, mujer de Joaquín Sánchez, cuando habló por primera vez con el futbolista. Fue hace más de veinte años en el pub que tenía su padre cuando se vieron por primera vez y ella pensó que el sevillano era "un espabilado" y que "a los tres dias" la iba a dejar. "Luego demostró que no, me enamoré de su forma de ser y lo divertido que es", admite su mujer veinte años después de comenzar su relación.
Poco después de conocerse se fueron a vivir juntos y en un restaurante, con un fotógrafo que "no paraba de hacer fotos", Joaquín Sánchez le pidió matrimonio. "En el postre, con el anillo, le dije que si se quería casar conmigo", recuerda el deportista. Joaquín Sánchez y Susana Saborido hicieron un viaje de una semana para celebrarlo.
A pesar del "pánico" que le da volar, la novia del deportista disfrutó junto a él de Roma, Florencia y Venecia, pero cuando volvió a Sevilla su vida cambió radicalmente. "La prensa estaba esperándonos y se dio a conocer quién era yo. Me llamó Joaquín y me dijo que no le cogiera el teléfono a nadie, que Don Manuel me había sacado en todos los periódicos. Aquello no le gustó nada", recuerda Susana, tal y como ha contado en el programa de su marido.
Los dos tienen claro que "no pasarían otra vez por eso". El día de su boda será recordado por ellos para toda la vida, y no precisamente de buena manera. A pesar de que era uno de los días más felices de su vida, los dos coinciden en que fue "un caos". Antes de que ellos llegasen a la iglesia, en la plaza había "gente con mesas de playa y butacas" esperando para ver llegar a los novios. "Cuando yo salí del hotel no había nadie, pero fue doblar la esquina para entrar en la iglesia y yo no he visto tanta gente en todos los días de mi vida. Vamos, para decirte que me metió la policía en la iglesia", recuerda la mujer de Joaquín.
La mitad de la gente que estaba en la iglesia no la conocían y el cura les dijo que no podían cerrarla porque "era la casa de Dios". "Yo me estaba casando y veía un niño con los pies llenos de arena que venía de la playa y no le conocía de nada", recuerda el deportista. Sin duda el momento que pasará a la historia de aquel día fue cuando Lopera, presidente del Betis, "se le ocurrió llevar la copa al altar" y se fotografiaron con ella tras convertirse en marido y mujer. "Tuve que salir escoltado de la iglesia, mi mujer se dejó medio traje", recuerdan los novios.
Están a punto de celebrar 25 años como marido y mujer y piensan celebrarlo por todo lo alto, pero de manera más íntima que en su primera boda. Por ahora, la pareja está terminando los detalles de la que será su nueva casa, una vivienda que han construído de cero y en la que vivirán con las dos hijas que tienen en común.