La boda de Isabel Preysler y Miguel Boyer fue tan discreta que cuesta creerlo. Ella sigue siendo considerada la reina de corazones de nuestro país y, en el momento en el que se produce el enlace, en 1988, Boyer es conocido de sobra por haber ocupado el cargo de ministro de Hacienda y la vicepresidencia durante el gobierno de Felipe González y, entre otras cosas, por haber liderado la polémica expropiación de Rumasa. Su amor se gestó mientras ambos estaban casados con otras personas y a la hora de darse el “sí, quiero”, hicieron lo posible por pasar completamente desapercibidos.
Isabel Preysler es un icono en cuanto a elegancia y exquisitez, por lo que no deja de resultar sorprendente que conociera a Miguel Boyer cuando ambos iban a comer lentejas con Mona Jiménez, una periodista peruana famosa por preparar este plato para comerlo durante las tertulias que organizaba. Isabel estaba en ese momento casada con Carlos Falcó, el padre de su hija Tamara, mientras que Miguel estaba casado con Elena Soriano, intelectual y militante del partido socialista. Aunque para muchos era una pareja que no tenía futuro, Isabel y Miguel no solo se enamoraron, sino que mantuvieron su matrimonio hasta el fallecimiento del ex ministro en 2014.
Fue la mañana del 2 de diciembre de 1988 cuando los novios se personaron en los juzgados de la calle Pradillo de Madrid para convertirse en marido y mujer. Habían salido juntos de casa a las ocho y media de la mañana, dejando a los hijos de Isabel dormidos y sin haberles informado de cuáles eran los planes de su madre y su pareja.
Unos días antes, los novios se habían entrevistado con el José María Ferrer de la Fuente, el juez que le iba a casar. En esa cita le pidieron la máxima privacidad acerca del acto y que guardara el secreto. La idea era evitar alteraciones del orden público y rumores y especulaciones acerca del enlace. Al volver a casa, comunicaron la noticia a los niños y continuaron con su vida normal.
Dos días después de la boda, la pareja compartió con la prensa un única foto de la boda, en la que habían estado acompañados por tres íntimos amigos que habían ejercido como testigos. Miguel se había vestido con un impecable traje azul, mientras que Isabel optó por esa combinación que tan bien domina de elegancia y sobriedad. Lució un sobrio traje gris marengo que destacaba por las aplicaciones de visón en la parte delantera.
El conjunto se lo había regalado María Rosa Salvador, dueña de la boutique Dafnis, y su íntima amiga Elena Benarroch. Los pendientes de perlas que completaban el look eran un regalo Miguel. Tras hacerse público el enlace, comenzaron a llegar las felicitaciones a casa de los recién casados, al igual que todo tipo de regalos, ramos de flores, un bonsái, un juego de maletas de Loewe o una vajilla de La Cartuja.