La princesa Margarita vivió una vida especialmente tranquila, repleta de momentos que le marcaron para siempre. Uno de esos momentos fue su boda con el fotógrafo Antony Armstrong-Jones, con quien contrajo matrimonio el 6 de mayo de 1960. Antes de pasar por el altar, la hija pequeña de Jorge VI e Isabel y hermana de la reina Isabel II había vivido varias historias de amor. Cuando tenía 22 años se enamoró del capitán Peter Townsend, un piloto de las Fuerzas Armadas. Su noviazgo no pudo llegar a ser ya que él, con 38 años, acababa de divorciarse y tenía dos hijos. Su familia se opuso al romance y la pareja tuvo que distanciarse.
Cuando la historia de amor se hizo pública, los Windsor decidieron poner tierra de por medio y, por eso, mandaron al piloto al exilio en Bruselas. Luego, la princesa emitió un comunicado donde afirmaba que se iba a mantener fiel a sus valores cristianos, a la Commonwealth y a sus deberes dinásticos y que, por tanto, su romance no iba a seguir adelante.
Poco tiempo después, Peter encontró el amor en los brazos de otra mujer. Un día más tarde, Margarita aceptó su compromiso con Armstrong-Jones. Ambos se habían conocido en la boda de unos amigos en 1958 y parece ser que conectaron bastante bien. Eso sí, él no era de sangre azul, pero sí que conocía a la perfección los ambientes en los que se movía la hermana pequeña de Isabel II. El joven se había educado en unas elitistas escuelas y había publicado retratos para medios tan conocidos como Vogue.
Así, se trató del primer caso, en más de 400 años, en el que una princesa de la familia real británica contraía matrimonio con un plebeyo. Y, también, se convertiría en otro hito en la historia, ya que fue la primera boda real en ser televisada. La boda se celebró a principios de mayo en la Abadía de Westminster, uno de los lugares más especiales para la familia real británica. La princesa Margarita recorrió el camino desde su residencia familiar, Clarence House, hasta el lugar santo en un carro de caballos, más concretamente, en el Glass Coach. Además, debido a que rey Jorge VI había fallecido unos años antes fue el Duque de Edimburgo quien acompañó a la novia hasta el altar. La pareja se dio el ‘sí, quiero’ ante más de dos mil personas que acudieron a la abadía de Westminster.
El vestido de novia se llevó casi todo el protagonismo, aunque Margarita se decantó por un diseño bastante sencillo. Así, la joven escogió al modista Norman Hartnell, quien ya había diseñado el traje nupcial de la reina Isabel II. Margarita optó por un vestido de lineas simples, con un corpiño entallado a la cintura, manga larga, escote en V y una falda voluminosa con una pequeña cola. Además, el traje estaba diseñado en organza de seda y no tenía ni bordados ni encajes ni pedrerías ni cualquier otro detalle. Es por eso que fue halagado por muchos expertos y definido como el vestido de novia real más sencillo de la historia.
Además, Margarita también quiso distanciarse de otras bodas reales al elegir una tiara que había comprado ella misma. Cabe destacar que la tradición marca que la tiara sea familiar, como siempre han hecho las familias reales. Tras la boda, la pareja se dirigió a celebrar su luna de miel en un crucero por el Caribe que duró unas seis semanas. Aunque eso sí, la felicidad del matrimonio no duró mucho tiempo y se separaron en 1978, protagonizando el primer divorcio de la familia real británica.