Los motivos que llevan a una crisis matrimonial son muy variados. En ocasiones hay un foco claro, como la convivencia, y en otras no hay ruido, solo la intuición de que algo va mal. Cuando aparecen las crisis, surgen los enfrentamientos y las dudas no compartidas, que pueden agravarse y convertirse en un problema mucho peor.
“La relación de pareja es el resultado del encuentro de dos seres humanos”, recuerda la psicóloga y coach especializada en parejas y familia Patricia Rosillo, del gabinete El Prado Psicólogos. “Es ‘un tercer elemento’ de un triángulo equilátero: tú - yo - la pareja. Es el ‘proyecto común’ y requiere de cuidados y mimos constantes para que sea perdurable en el tiempo”.
Cuando no se le dan los cuidados necesarios, aparecen las crisis. Aprender a identificarlas y comunicarlas es fundamental para superarlas de manera efectiva.
El manual de psicodiagnóstico DSM define los problemas de pareja como “los patrones de interacción entre miembros de una unidad relacional que están asociados a un deterioro de la actividad clínicamente significativo, o a síntomas de uno o más miembros de una unidad relacional, o a deterioro de la unidad relacional misma”.
Para Rosillo, se trata de “oportunidades de crecimiento” que permiten a la pareja “avanzar y co-crear en equipo”: “Desde el punto de vista psicoterapéutico, defino las crisis como “situaciones de ‘desencuentro’ continuadas, y persistentes en el tiempo, que los miembros de la pareja no son capaces de solucionar ni superar por ellos mismos, que generan gran malestar y dolor”. Ahora bien, recuerda que los conflictos son una parte natural de la negociación de la pareja, que “brindan la oportunidad de construir y crecer”.
“Lo que no es natural ni positivo es estar en una continua pelea o lucha sin llegar a ningún puerto o acuerdo común, sintiendo cada vez más y más distancia entre ambas personas”, explica la psicóloga.
Las manifestaciones de estas crisis son diversas y pueden presentarse con distintas intensidades. Para la psicóloga de El Prado, estas son algunas de las más habituales:
Estas, entre muchas otras, conducen al deterioro de la pareja.
Se habla de la crisis matrimonial tras dos años de la boda, la que surge después de siete años casados… cuando le preguntamos a la psicóloga por la validez de estas ‘leyendas urbanas’, Rosillo reconoce que existen “ciertos momentos evolutivos” que atraviesan las relaciones, que en ocasiones coinciden con esta periodicidad.
“Tiene sentido” explica, hablar de la crisis de los dos años, ya que desde una perspectiva teórica es la duración del ‘enamoramiento’: “Aquí las cuestiones químicas y hormonales tienen una función clave. Los estudios científicos demuestran que la duración promedio de este proceso es de entre seis meses y un año de duración, dos como máximo”, concluye.
A partir de ese momento, la comunicación es fundamental. “Es muy importante, tener un buen autoconocimiento personal y capacidad de comprensión y regulación emocional para poder comunicarnos exitosamente en la relación de pareja”, añade Rosillo. El respeto, el cuidado, el coraje, la honestidad y el cariño son valores que no pueden escapar al matrimonio.
Durante las crisis, la psicóloga recomienda establecer ciertos puntos en común, para facilitar la comunicación. Algunos de ellos son:
Las crisis, recuerda Rosillo, “se transitan con más fluidez y confianza cuando el camino está bien edificado”. Si no es así, conviene ponerse manos a la obra y entender esta situación como un desafío que permita “cimentar y fortalecer” lo que la relación necesitaba. “E insisto, la actitud prevalente ha de ser siempre la de crecer, construir y cocrear, recordando que son un equipo, no rivales en guerra”, añade la psicóloga.
Independientemente de la situación de los adultos, los menores deben contar con un bienestar físico y emocional que corre a cargo de los padres. Una seguridad que puede ponerse en riesgo durante las crisis de pareja.
Rosillo recuerda que los niños se enteran de todo, también de las tensiones entre los padres, y que es responsabilidad de estos “actuar con coherencia, sensatez y madurez”. Si la pareja cuenta con unos buenos cimientos “basados en el respeto y la responsabilidad”, no habrá problema, pero si no es el caso, la recomendación de la psicóloga es “que los adultos se hagan cargo de la crisis de pareja, que se comprometan a resolverla y afrontarla y lo gestionen entre los dos”.
“No hay porqué comunicar con pelos y señales a los pequeños qué ocurre entre mamá y papá o la pareja actual”, explica la terapeuta. “Pero es una oportunidad para enseñar cómo expresar las emociones, educar en valores y mostrar que los adultos tenemos dificultades y que nos enfrentamos a ellas, que es posible solucionar los problemas de la vida. Esto les dará seguridad, confianza y coherencia”.