Elena Furiase y Gonzalo Sierra se daban por fin el ‘sí, quiero’ el pasado sábado tras haberse visto obligados a posponer su enlace hasta en un par de ocasiones por culpa de la pandemia. Con las restricciones más relajadas y el coronavirus causando menos estragos, aunque cumpliendo a rajatabla las medidas de seguridad todavía vigentes, la actriz y su chico se convertían en marido y mujer durante una emotiva ceremonia que se celebró en la ostentosa Finca Monteenmedio, en Vejer de la Frontera. La pareja, acompañada por más de 200 invitados, puso así el broche de oro a una historia de amor que comenzó hace cuatro años gracias al hermano de la novia.
Este lunes, dos días después de esta inolvidable cita, la protagonista hablaba por primera vez sobre cuáles fueron sus sensaciones. “Aún con la adrenalina de este día… la boda que quisimos… celebrando el amor, Gonzalo y yo, con nuestra gente. GRACIAS a todos los que lo hicisteis posible, no podríamos haber sido más felices”, afirmaba, aún con la emoción en el cuerpo, la hija de Lolita, que también mostraba su agradecimiento a su revista de cabecera, ¡Hola!, por ayudar y proporcionar la seguridad que necesitaban para realizar la boda tal y como tenían en mente.
“Quisimos que fuese lo más privado posible y se consiguió”, desvelaba cuáles eran sus intenciones iniciales Furiase, adelantando a su legión de fans que su propósito actual es compartir “los momentos más emotivos” de esta ceremonia en sus redes. Por el momento, y acompañando a este mensaje de agradecimiento, la nieta de la Faraona colgaba una foto en solitario en la que posa con el segundo vestido de novia diseñado por el gallego Roberto Diaz para el baile nupcial y la posterior fiesta. “¡Qué viva el amor, que es el motor de nuestra vida!”, exclamaba para concluir.
No ha sido la única de la familia que ha roto su silencio. Lolita Flores, aún afónica, aprovechaba su debut como tertuliana en el programa de Pablo Motos para explicar cómo se lo pasó este día. “La boda ha estado genial. Es una niña con muchísima luz y eso se contagió a los doscientos y pico invitados […] Me harté a cantar, me harté a bailar, me harté a hablar, a andar descalza”, comentaba la colaboradora, que descubría alguna que otra anécdota: “Mi hija terminó en mi cuarto. Cuando me iba a acostar, llamaron a la puerta y era ella. Parecía l aniña de la curva: entre los pelos, las orejas, que iba descalza con los pies negros…”, se reía recordando esta situación.