Misterios resueltos del vestido de novia: ¿Por qué se viste de blanco en las bodas?
Es muy posible que desconozcas porqué a día de hoy la mayoría de las bodas visten de blanco.
Te aseguramos que merece la pena conocer la historia de una de las mayores infuencers de la historia, en pleno siglo XIX.
Aunque vivimos en una época en la que la tradición no es obligación, la mayoría de las novias en todo el mundo se visten de blanco el día de su boda, y sin lugar a dudas así es como nos imaginamos a cualquier novia antes de verla el día de la celebración . Es más, la norma explícita es que sean solo ellas las que vistan de blanco, para que ningún otro invitado (y menos aún invitada) pueda robarle protagonismo en su gran día.
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Está muy extendida la creencia de que las novias visten de blanco como símbolo de castidad, y tiene sentido dentro de la tradición católica que ve en la mujer que va a contraer matrimonio algo parecido a una representación de una virgen en la tierra. Y es cierto que en un gran número de culturas el blanco guarda relación con lo sagrado, pero en lo que atañe al vestido de novia su origen es algo diferente y muy interesante.
El blanco: un color asociado al lujo
Si hay un color que desde la Antigüedad se ha asociado al poder adquisitivo, ese sin duda es el blanco, y por una razón muy sencilla: si tienes ropa blanca hay que llevarla limpia para que luzca en todo su esplendor, y eso es algo que solo podía permitirse unos pocos, ya que las técnicas de limpieza no estaban nada popularizadas. Por eso también era un color deseado por muchas novias en el caso de que quisiesen hacer alarde de su poder adquisitivo.
En la Antigua Grecia se utilizaba el blanco en la vestimenta siempre que había una celebración fuese del tipo que fuese, porque era el color con el que expresaban alegría, y eso es algo que se espera de un acto tan importante como la celebración de una boda. De hecho, para los casamientos llegaban a pintarse también el cuerpo de blanco.
Pero nada de esto consiguió extender el uso del color blanco en las bodas. De hecho, en la Edad Media, las novias llevaban el vestido de colores como el rojo, azul o verde. Es decir, el uso del blanco no estaba nada generalizado. Es más, el negro también era un color apropiado para un vestido de boda, y para muestra el que utilizó la infanta María Teresa de España en 1660 el día de su unión con Luis XIV de Francia.
Hubo que esperar a que una sola mujer, a finales del siglo XIX, hiciera del vestido blanco de su boda un icono que todas las novias quisieran llevar de ahí en adelante.
La reina Victoria: una influencer en 1840
Con solo 20 años, la reina Victoria consiguió crear la tendencia nupcial definitiva en lo referente al color del vestido de novia. Sabía que ella era la gran protagonista de su boda y quería que el delicado encaje tejido a mano de su vestido luciera en todo su esplendor, y para conseguirlo no había mejor opción que el blanco. Además, impuso una norma que también se acabó convirtiendo en tradición: solo ella y sus damas de honor podían ir vestidas de blanco ese día.
Es cierto que la reina Victoria no fue la primera en ir de blanco el día de su boda, pero su elección se convirtió pronto en tendencia gracias a la prensa. Si bien no hay fotos de ese día (la fotografía no estaba lo suficientemente avanzada), sí hubo dibujos que coparon todos los periódicos y que la gente (incluyendo a futuras novias) devoraron con fervor como suelen hacer los ingleses antes los enlaces reales. El propio Charles Dickens le contaba a un amigo por carta lo expectante que estaba ante la boda de la monarca y lo deslumbrante que estaba la novia en su gran día. Tal fue el impacto que 14 años después de la boda los novios volvieron a vestirse con la ropa de ese día y posaron para una fotografía que pasó a la posteridad.
No solo el vestido fue moderno
La arrolladora personalidad de la reina Victoria estuvo presente en numerosos detalles que rodearon el enlace, algunos relacionados con su vestimenta y otros no. Por ejemplo, fue ella quien le pidió matrimonio a Alberto de Sajonia, y tras las nupcias no le concedió la categoría de rey consorte. De hecho, él tenía menos responsabilidades de las que le habría gustado, aunque durante los embarazos (tuvieron nueve hijos) ella delegaba en él muchas tareas como monarca, y con el tiempo llegó a asumir muchas causas públicas, como la abolición de la esclavitud o la reforma educativa. Tras su muerte, ella, que había convertido el vestido blanco en todo un icono, se enfundó en el negro por el resto de sus días sumida en una gran tristeza. Eso sí, pidió ser enterrada de blanco, tan luminosa como lo fue el día de su boda.