Kate Middleton se ha convertido en todo un icono de estilo. En cada aparición, la duquesa de Cambridge atrae todas y cada una de las miradas y, además, siempre suele recibir halagos por la elección de sus outfits. Esto mismo pasó el día de su boda.
Fue el 29 de abril de 2011 cuando Kate y William decidieron darse el ‘sí, quiero’. Ambos llevaban viviendo una bonita historia de amor desde hacía más de diez años y este fue el broche final para demostrarse su amor. Habían vivido una relación, seguida de cerca por la prensa, con algunos altibajos, aún así, tenían claro que querían casarse.
Para uno de los días más importantes de su vida, Kate se decantó por dos diseños de Alexander McQueen a cargo de su directora creativa, Sarah Burton. Fueron muchas las especulaciones sobre quien vestiría a la novia en ese día tan especial y parece ser que Kate lo tuvo claro desde un primer momento.
El diseño estaba caracterizado su exclusividad: destacaba su velo de dos metros y 70 centímetros de largo y la parte posterior contaba con unos 58 botones cubiertos de seda, con aplicaciones de organza.
El vestido estaba cubierto por motivos de encaje de la marca Carrickmacross, que fueron hechos a mano por la Royal School of Needlework, una conocida academia de costureros.
Las flores de encaje fueron colocadas perfectamente pensadas, creando formas de narcisos, cardos, rosas y tréboles. Cada una de ellas fue trabajada por separado y se cubrieron con un tul de seda de marfil. La prenda también incluía un encaje importado desde Francia, de la compañía Chantilly.
La elección de las flores no fue el azar, ya que representaban a los países de Reino Unido y fue un homenaje que, posteriormente, también veríamos en el vestido de Meghan Markle.
Para complementar su look, Kate lució diversos complementos. Así, llevó una tiara que perteneció a la reina Isabel II. Era la tiara Cartier Scroll, que fue un regalo que la monarca recibió en 1923. La joya solamente había sido utilizada en diez ocasiones y tiene casi mil aplicaciones de diamante. La combinó con unos pendientes que habían sido regalo de sus padres. Además de algo prestado, Kate llevaba algo azul, justo dentro del vestido: un moño bordado hecho por las costureras de Alexander McQueen.
El ramo fue diseñado por la experta Shane Connolly, un gran guiño a Lady Di. Eso sí, el ramo de Kate fue una versión más sencilla y pequeña que el que lució la princesa de Gales. Destacaba por sus motivos románticos y combinaba a la perfección con la elección del vestido.
El vestido se estimó en unas 250.000 libras, convirtiéndose en uno de los más caros de la historia. Semanas después de la boda, fue exhibido en el salón del Palacio de Buckingham durante cuatro meses. También, se mostraron sus joyas, una réplica del ramo de novia, los zapatos y una tarta nupcial parecida a la elegida.
Una vez terminada la ceremonia, Kate lució un segundo vestido, también diseñado por Alexander McQueen. El traje era más sencillo que el anterior y con la ventaja de que no tenía cola, para que pudiera disfrutar bien de la noche. También estaba firmado por Sarah Burton y lo lució junto a un cárdigan de color marfil y con el pelo totalmente suelto.