La moda de los años veinte tiene patrones muy reconocibles que se extendieron de la ropa deportiva a los vestidos de fiesta e incluso a los de novia. El talle se desplazó a las caderas, la silueta se volvió tubular, los bajos acababan en punta y los tejidos brillaban a base de cuentas y flecos.
Las mujeres de la primera posguerra sucumbieron al estilo llamado garçon, que supuso una revolución no sólo en la indumentaria, que se volvió mucho más práctica y sencilla, también en la manera de divertirse y de vivir.
El día 26 de abril de 1923, en la abadía de Westminster, se celebró uno de los enlaces reales de más trascendencia de la historia: la boda de Elizabeth Bowes-Lyon (posteriormente conocida como reina madre) y el Príncipe Alberto, Duque de York, futuro rey Jorge VI y padre de la actual reina Isabel II de Inglaterra.
No estaban destinados a reinar, razón por la que la novia pudo elegir un vestido de novia sencillo, un modelo menos regio del que se hubiera exigido en otras circunstancias. El traje, firmado por la diseñadora Elizabeth Handley-Seymour, estaba inspirado en un diseño de Jeanne Lanvin y reunía todos los requisitos exigidos en una novia de la época.
El elegido fue un modelo en color marfil de gasa y moaré, bordado con perlas e hilo de plata, con una cola de encaje de Flandes y un cinturón de hojas de plata y tul verde abrochado con rosas plateadas y cardos. En lugar de llevar una tiara, eligió sujetar el velo a modo de casquete con una corona de azahar.
Con todas las esperanzas puestas en que no se repitan literalmente aquellos maravillosos y terribles años veinte en el siglo XXI, este puede ser un buen momento para rememorar su estética en un momento clave como el día de la boda.
Si vas a apostar por un diseño flapper para tu look nupcial, tienes dos opciones: buscar un vestido original de la época o hacerte con una reproducción que puedes comprar o confiar en manos expertas que te lo diseñen y hagan a medida.
Es el camino más complicado, pero no imposible. Para hacerte con un vestido de novia original de los años veinte (bisabuelas especialmente cuidadosas aparte) puedes rastrear por anticuarios, tiendas de segunda mano como Amores Eternos, pujar en subastas, ir a tiendas especializadas en este tipo de prendas como L’Arca Barcelona, Abigail Vintage Bridal, visitar regularmente el rastro de Madrid o hacer un rastreo por los mercados londinenses de Portobello Road.
La otra posibilidad es reproducir un vestido de los años veinte en el que se pueden incluir detalles auténticos de la época, una opción más sencilla siempre que tengas claras algunas pautas.
El talle hay que desplazarlo a la cadera y el patrón debe ser tubular o con la falda cortada al bies. Son propios de la época los adornos brillantes que se colocaban formando detalles lineales o figuras geométricas propias del art decó o de inspiración egipcia. Los clásicos son las perlas, los flecos, borlas y cuentas de cristal.
Los escotes de los años veinte eran pronunciados, así que no te cortes si quieres llevar la espalda descubierta o un gran escote en el delantero que puede ser cuadrado, redondo, de pico o desbocado. Las mangas o no existían o eran minúsculas, así que están permitidos los tirantes y las mangas a la sisa.
En cuanto a los tejidos, los vestidos eran aparentemente livianos de aspecto, pero con buena caída, así que se deben buscar telas ligeras que se adapten a la forma del cuerpo como seda, chiffon, crepé o satén, aunque se puede jugar con otro tipo de tejidos como gasa, tul u organza y añadir bordados con hilo metalizado y otros elementos decorativos como piedras, plumas o flecos, que añadan peso y movimiento.
El peinado, el tocado, el maquillaje y los complementos son también elementos con los que se puede evocar a una novia de la década de los veinte. No es necesario recrear el estilo de manera literal, es decir, no apuestes por todos los elementos para evitar caer en la parodia.
Uno de los detalles que distingue a las novias de esta época es el velo Juliet Cap, una forma de colocar el velo a modo de casquete, que deja la cara descubierta y se sujetaba a ambos lados de la cara con algún broche joya o mediante una tiara. Otra opción es descartar el velo y apostar por un cabello corto a lo garçon, ya sea liso o con ondas al agua decorado con alguna joya y un maquillaje de ojos y labios marcados.