El 2 de junio de 1953 es una de esas fechas que han quedado grabada en la memoria de la reina Isabel II para siempre. Ese día fue cuando se convirtió en reina de Inglaterra de forma precipitada tras la muerte de su padre, el rey Jorge VI. Es más, ella se encontraba de viaje y tuvo que volver rápidamente al país, donde fue coronada.
La coronación se llevó a cabo un año después de la muerte de su padre, cuando ella ya contaba con 27 años. Lo cierto es que los preparativos duraron un total de catorce meses, con el objetivo de que nada fallara en ese día tan especial. Además, la primera reunión de la Comisión de la Coronación se llevó a cabo en abril de 1952 con Felipe de Edimburgo como presidente.
Fue esta Comisión la que planeó que el 2 de junio sería la fecha indicada. Eso sí, durante ese tiempo sucedieron muchas cosas como la muerte de la abuela de Isabel, la reina María de Teck, quien dejó escrito que su fallecimiento no debía afectar a la coronación y a su proceso.
Para ese día tan especial, se encargó a Norman Hartnell que diseñara todos los trajes de la familia real, sobre todo aquellos que llevaría la reina. Así, para ella eligió un vestido de seda blanco bordado con flores que representaban a los países de la Commonwealth de la época. Además, durante los preparativos, para acostumbrarse a su peso, lució la Corona Imperial del Estado, portándola cuando estaba en su despecho o ultimando los preparativos.
Lo cierto es que su coronación siguió los patrones de los anteriores reyes. Aunque eso sí, hubo varios aspectos que cambiaron radicalmente. La coronación de la reina fue la primera en ser televisada y, también, se convirtió en el primer evento internacional del mundo que se emitiría por televisión.
El evento fue filmado en color aunque se retransmitió en blanco y negro a través del canal BBC. Además, fueron millones de personas las que admiraron la coronación a través de su televisor. También, en las calles de Londres se agolparon más de tres millones de personas, mientras los marineros, soldados, aviadores, funcionarios y personas importantes de la Commonwealth desfilaban por la ciudad inglesa. La procesión también incluía a la realeza y a los jefes de Estado.
Todos acababan su recorrido en la Abadía de Westminster, donde se encontraba la reina. La vuelta se realizaba desde este punto hasta el Palacio de Buckingham. Isabel llegó a la Abadía a las 11 de la mañana, rezó y se sentó en la Silla del Estado al sur del altar. Luego, se movió hasta la silla de coronación y el público exclamó el ya famoso ‘God save the queen’. Tras esto, se produjo el juramento de coronación y se le otorgó la Corona Imperial del Estado, sosteniendo el cetro con la cruz y el orbe.