El Palacio de Schönbrunn es una de las joyas más valiosas que tiene la ciudad de Viena. Este es conocido como el ‘Versalles vienés’ debido a su riqueza cultural, arquitectónica e histórica. Desde el siglo XIX se ha convertido en una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. Además, tanto el palacio como los jardines fueron declarados Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en el año 1996.
Fue en 1559 cuando el emperador Maximiliano II mandó construir un palacio de caza que acabaría destruyéndose en 1683 durante el segundo sitio de Viena. Más adelante, fue Leopoldo I quien encargó a Johann Bernhard Fischer von Erlach que hiciera un palacio para su hijo José. Así, la construcción comenzaría en 1696 y terminó entre 1600 y 1701. De ella tan solo queda la Capilla de Palacio y la Escalera Azul con el fresco de Sebastiano Ricci.
La hija de Carlos VI, María Teresa, convirtió el palacio en residencia veraniega de los Habsburgo. Además, durante este tiempo, se realizó una ampliación del mismo y es por eso que la mayor parte de su decoración todavía se conserva de aquella época. Eso sí, el color amarillo característico de la época es de 1817 que más adelante se convertiría en el color oficial de los Habsburgo y que se ampliaría a otros edificios importantes.
Del interior del palacio sabemos que las habitaciones están decoradas con estilo rococó y llaman la atención los salones oficiales y la sencillez de muchas de las habitaciones. Aún así, una de las estancias que más impacta es la Gran Galería, que se utilizaba para celebrar los banquetes imperiales, o el Salón Chino Circular.
Justo al lado del palacio, nos encontramos con el Museo de Carruajes Imperiales además del Tiergarten, el zoo más antiguo del mundo. También, merece la pena recorrer los jardines hasta llegar a la Glorieta, donde nos encontraremos con una colina desde donde se ven unas impresionantes vistas del palacio.