Un incendio siempre es un momento trágico, tanto para los que lo viven en primera persona como por los desperfectos que puede causar. Es por eso que los incendios que afectan a los espacios con gran riqueza cultural siempre suelen ser una auténtica pena. Así, son muchos que han sido devorados por las llamas en los últimos siglos, sobre todo a aquellos que han afectado a palacios europeos.
Uno de los momentos mas complicados que vivió la ya difunta Isabel II durante su reinado fue el incendio del Castillo de Windsor. Este se produjo en 1992 y afectó a todas su estructura. Sus pasillos se llenaron de llamas, en lo que es la residencia oficial de la familia real británica. El fuego dañó a más de cien habitaciones y salones, que necesitaron más de cinco años para recuperarse.
El accidente se produjo durante las celebraciones del cumpleaños del duque de Edimburgo en un 20 de noviembre. Fue en ese momento cuando un foco cayó sobre una cortina en la Capilla Privada de la Reina Victoria y comenzó el fuego. Más de 200 bomberos intentaron apaciguar las llamas mientras intentaban salvar parte de la Colección Real y las pertenencias del duque de York, que era quien vivía en el edificio en aquel momento. Aunque eso sí, esto no evitó que la mayoría de la colección del castillo se redujera a cenizas.
Y esta no es la única complicación que ha vivido la familia real británica con el fuego en los últimos tiempos. Fue en 2002 cuando todos estaban celebrando un concierto público en los jardines del Palacio de Buckingham, por el 50º aniversario del reinado de Isabel, cuando se provocó un auténtico incendio.
A media tarde comenzó a arder la buhardilla del ala oeste del palacio. En aquel momento no había ningún miembro de la familia real en la zona, pero sí tuvieron que evacuar a mucha gente, entre la que se encontraba Paul McCartney y Joe Cocker, quienes estaban ensayando. El fuego fue controlado en menos de una hora y no hizo falta suspender los conciertos de esa misma noche.
Quienes peor suerte han tenido, en todo lo que tiene que ver con los incendios, han sido los reyes de Dinamarca. Su actual residencia de invierno, el Palacio de Christiansborg, no siempre se ha llamado así y, antes de ese, se consumieron hasta seis palacios por las llamas. Primero se construyó el Castillo de Absalon y, luego, el palacio de Rosenborg.
No fue hasta 1733 cuando se convirtió en el Palacio de Christiansborg, pero unos años más tarde también fue consumido por un incendio que no dejó nada en pie. La familia real consiguió salvar su vida, pero no todas sus obras de arte. El segundo Palacio Christianborg también fue devastado por las llamas y solamente se conservó la capilla real y los pabellones anexos. Después de este incendio, se volvió a construir el mismo palacio, que es el que se puede visitar actualmente.
Y no solamente eso, la familia real danesa también ha sufrido alguna que otra complicación en todo lo referente a su vivienda oficial. Así, en marzo de 2004 un aparatoso incendio se declaró en el piso superior de Amalienborg, el Palacio de Christian VII, la residencia de la familia real danesa. El humo y el agua penetraron en las paredes y en el techo causando graves daños en las dependencias reales. En ese momento, la única persona que estaba durmiendo en el palacio era el príncipe Federico, ya que la reina Margarita y su esposo se encontraban en el extranjero. Por su parte, Mary, por aquel entonces la novia de Federico, residía en su piso soltera, como así había indicado la reina.
Si hablamos de nuestro país, en los últimos tiempos se ha producido un incendio que nos ha dejado sin uno de los palacios más emblemáticos de la Comunidad de Madrid. A principios de mayo de 2018 ardió el Palacio de Osuna, en Aranjuez, que se encontraba abandonado. El lugar había sido construido en el siglo XVIII y acabó sumido en las llamas. Eso sí, no hubo que lamentar ningún herido.
El edificio, que también se conoció como Palacio de Farinelli, era de estilo neoclásico y se levantó en 1761 por encargo de Carlo Broschi, introductor de la ópera italiana en España. El cantante estuvo residiendo en esa vivienda durante 25 años y, luego, fue adquirida por los duques de Osuna, Pedro Alcántara Téllez-Girón y María Josefa Alonso Pimentel. Además, el lugar fue declarado como Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Tampoco se libró del fuego el Real Alcázar de Madrid. Fue en una Nochebuena de 1734 cuando Felipe V se encontraba celebrando la tradicional cena cuando el palacio comenzó a arder. Tan complicado fue de extinguirlo que hasta tardaron cuatro días en sofocarlo y para salvar algunos objetos de valor hubo que arrancarlos de donde estaban colocados y tirarlos por las ventanas.
Lo cierto es que las causas del incendio siempre han estado rodeadas de incógnitas. Así, se piensa que fue el propio rey quien mandó quemarlo porque no le gustaba el Alcázar. También, otras personas aseguran que fueron los propios fantasmas los que lo quemaron. De las cenizas de ese Alcázar nació el Palacio Real que ya hoy conocemos y que fue encargado por el propio Felipe V. Eso sí, con una condición; que contara con los muros anchos para evitar cualquier tipo de incendio. También, se ordenó que se construyera en piedra. A partir de ese momento, se convirtió en su mejor joya.