Que 20 años no es nada decía el tango de Gardel, pero lo cierto es que han pasado muchas cosas desde que aquel 22 de mayo de 2004, el rey Felipe y la reina Letizia se juraron amor en la catedral de la Almudena de Madrid. Después de seis años del enlace de su hermana, la infanta Cristina, el heredero daba el paso de pasar por el altar y la ciudad de Madrid se engalanó para la ocasión como se puede ver en el siguiente vídeo. Pero, como en toda boda, uno de los secretos mejor guardados y más esperados fue el vestido de la novia, que era el de una futura reina.
Fue en febrero de 2004 cuando Manuel Pertegaz recibió el encargo de realizar el vestido de novia de la prometida del entonces príncipe Felipe. El creador, con una trayectoria impecable aceptó la tarea porque sería el mejor broche de oro para su carrera y afirmó con aplomo lo que solicitaba para llevarla a cabo: "Lo único que necesito de aquí al 22 de mayo es tranquilidad, pues me gustaría hacer un buen trabajo", recogió '¡Hola!'. A día de hoy, se puede afirmar que fue una declaración de intenciones cien por cien cumplida.
La ahora Reina confesó que quiso seguir los consejos de la reina Sofía, que tenía vasta experiencia en las funciones de consorte, en todo lo referente a su atuendo nupcial y bajo su guía, acudió unas doce veces al taller del modisto en Barcelona. Esta asiduidad hizo que Casa Real se viera obligada a publicar quién iba a ser el encargado de confeccionar el vestido de novia de Letizia, pues en una de las ocasiones se fotografió a la prometida del actual Rey saliendo de la casa de moda. Durante aquellas reuniones, la Princesa y Pertegaz llegaron a un acuerdo, la sencillez debía predominar en el diseño, sin embargo, un vestido de de novia de una futura reina no podía estar exento de simbolismos.
El clasicismo y la tradición se abrieron paso en el diseño, dejando poco espacio al riesgo y la modernidad. Se escogió el color blanco roto y la línea princesa que destacaba la cintura de la novia. En este el diseñador hizo gala de su maestría con un corte continuado que iba desde los hombros al suelo. Uno de los puntos más reconocibles del diseño fue su escote chimenea, una forma que posteriormente ha sido replicada por otras novias como Tamara Falcó. Otros quisieron ver en este cuello un guiño a su vida anterior, pues decían que recordaba a las chaquetas que lucía cuando presentaba el telediario.
Sobre el cuello se colocaron unos simbólicos bordados realizados en un taller de Tarrasa con hilo de plata y oro patinado enarbolando un diseño de flor de lis que mezclaba la versión vegetal y la heráldica. Este bordado no fue escogido al azar sino que es el emblema de los Borbón, la casa a la que Letizia se iba a unir desde el día de su boda. También se incluyeron en el dibujo diseños de espiga, símbolo de la esperanza y la abundancia, madroños, muy ligados a la ciudad de Madrid, donde iba a tener lugar el enlace, y tréboles, representantes de la suerte, el respeto y el amor. El diseño terminaba en una larga cola de 4 metros y medio de extensión, cuyo perímetro abarcaba 16 metros, en la que se replicaron los mismos bordados. También los llevaba en las mangas de trompeta.
Tanto la Casa Real como la princesa expresaron su deseo de que los tejidos del vestido de novia fuera de procedencia española. Se decantaron por una de las fábricas valencianas con mayor tradición, Rafael Catalá, con quien ya había trabajado Lorenzo Caprile para confeccionar el vestido de novia de la infanta Cristina y que, por tanto, ya tenía experiencia trabajando con la Corona. La casa de telas pidió seda de tipo A, que la crea directamente el gusano de seda. "El encargo de la seda, a principios de febrero, fue de 17 metros, pero tejimos muchos más, alrededor de 100, para prevenir cualquier situación o imprevisto, y también para que los metros a usar no sólo no tuvieran taras, sino que rayaran lo perfecto. De hecho, el tejido fue confeccionado por la noche. Primero, por discreción, y segundo, para evitar que se colara alguna impureza", relató el señor Catalá a la revista mencionada anteriormente.
Por el diseño de esta aguja experta se pagaron 6.000 euros de manera simbólica, sin embargo se calcula que el diseño podría haber alcanzado un valor de 45.000 euros. Aunque pueda parecer una cifra desorbitada, esta se queda bastante por debajo de los diseños que se crearon para otras bodas de la realeza europea. Por poner un ejemplo reciente, el de Máxima de Holanda, considerado Alta Costura y confeccionado por el italiano Valentino Garavani -que invirtió tres meses en este trabajo- está tasado en 100.000 euros.
Esta joya de la moda española forma parte de una exposición permanente en la sala Museo de la Vida en Palacio que se inauguró en 2005 dentro del Real Palacio de Aranjuez. Allí también se encuentran los vestidos de novia de la reina Sofía y los de las infantas Elena y Cristina.