En una boda todos los detalles son importantes y por eso todos son cuidados al milímetro, más si se trata de la boda del heredero a la corona. La boda de don Felipe y doña Letizia no solo fue el momento en el que la pareja unió sus vidas y se juró amor eterno, también fue un momento clave en la historia. El 22 de mayo de 2004 siempre será recordado.
La lluvia hizo que la novia no pudiera caminar hasta la catedral de la Almudena como tenía planeado, pero eso no eclipsó el momento en el que el vestido, firmado por Pertegaz, era revelado. Un momento lleno de misterio y que es uno de los más esperados de todas las bodas, pues las novias, en general, gustan de guardar esto como un secreto casi de Estado.
Fue una boda llena de emociones, de momentos para el recuerdo, pero también de moda. Los invitados no dudaron en sacar sus mejores galas, con diseños que estuvieran a la altura del momento. Hacía casi un siglo que no tenía lugar en España una boda de esta importancia y nadie quiso faltar a la cita.
Si escoger look siendo invitada no siempre es sencillo, hacerlo siendo la madrina es todavía más complicado. Por suerte, doña Sofía fue muy capaz de conseguir un estilismo elegante, sencillo y adecuado, un look con el que no destacaba, pero tampoco se apagaba. La reina llegó orgullosa, del brazo de su hijo y con un outfit que fue alabado por todos.
Una boda real no es demasiado frecuente, por suerte la de Felipe y Letizia fue avisada con el tiempo suficiente para que todos los invitados lo tuvieran todo previsto sin prisas. Doña Sofía no fue una excepción, ella era consciente de que todas las miradas se pondrían en ella, pero no era la protagonista ese día. Se ciñó al protocolo y también a su estilo personal y se convirtió en la madrina de la ceremonia con su mejor sonrisa y un estilismo muy alabado por los expertos.
Escogió para la ocasión un vestido largo, satinado y de color champán, creado por Margarita Nuez, una de sus diseñadoras de confianza y en la que también había confiado en otros eventos de gran importancia, como la boda de su hija, la infanta Cristina, un diseño rosa empolvado con el que también consiguió grandes elogios.
El vestido para la boda de su hijo era sencillo, con detalles bordados en las mangas y el bajo del vestido, los diseños se repetían en la zona de la cintura, ajustándose a su silueta y remarcándola sin destacarla. Un conjunto en un mismo color al que añadió un toque de contraste con una mantilla negra, fiel a la tradición y que complementó con un collar de diamantes, esmeraldas y perlas.
Un look un poco arriesgado por la tonalidad clara del vestido, que no siempre resulta protocolaria en una boda, pero que ella supo llevar con elegancia y que la convirtió en una de las mejor vestidas de la jornada.