En junio de 2014 se hizo público que el rey Juan Carlos I tenía intención de abdicar en su hijo, Felipe VI. Dicho y hecho, si la noticia la anunciaba Mariano Rajoy el 2 de junio, el 19 de ese mes se hacía efectivo tras publicarse en el BOE la ley con la que lo sancionaba.
Comenzaba una nueva era para la monarquía española, una nueva etapa en muchos sentidos. Por ejemplo, por primera vez en mucho tiempo, la heredera a la corona sería una mujer, la princesa Leonor, que de momento lleva con orgullo el título de princesa de Asturias (entre otros) y que al cumplir los 18 años juró la Constitución, algo que también hizo su padre.
A lo largo de estos últimos 10 años, las cosas han cambiado mucho para la Casa Real, en su discurso de proclamación, Felipe VI prometió modernizar la institución, aseguró que su intención era que la institución consiguiera tres objetivos fundamentales, “de transparencia, de rendir cuentas y de ejemplaridad”. En esta dirección ha avanzado durante esta década.
Uno de los pasos más destacados que ha dado el monarca es el de reducir la Familia Real (que es diferente que la familia del Rey, que es la que es por nacimiento). El Rey ha reducido los miembros que la forman hasta dejarlos al mínimo, solo está formada por él, la reina Letizia, la princesa Leonor, la infanta Sofía y los reyes eméritos, aunque en este caso con ciertas condiciones.
Mientras que la Reina sí que cuenta con su propia agenda llena de compromisos, el Rey emérito está apartado de todos ellos, e incluso se le retiró la asignación que se le concedía. En el mismo momento en el que se comunicaba esto, el rey Felipe también señalaba que renunciaba, en su nombre y en el de la princesa Leonor, a la herencia de su padre.
Las vacaciones familiares también han cambiado, ya no pasan buena parte del verano en Mallorca, como sí sigue haciendo la reina Sofía, han reducido su estancia en la isla y cada vez es menos probable que retomen la tradicional Misa de Pascua. No obstante, continúan posando al comenzar sus vacaciones, el posado real es una tradición que no planean romper, aunque tanto Felipe como Letizia han querido mantener a sus hijas lo más apartadas de los focos. Ahora que ya no son unas niñas, su papel es más público en algunos actos.
Más allá de todos estos detalles, la monarquía ha dado un gran paso adelante en cuanto a transparencia, la Casa Real estará obligada a informar sobre cómo se gastan su presupuesto y el Tribunal de Cuentas se encargará de fiscalizar sus gastos. Además de publicar los presupuestos, y cuánto se destina a las asignaciones de Felipe y Letizia, también se han ido haciendo públicos los datos sobre los regalos que reciben.
Por norma, no aceptan “regalos que superen los usos habituales, sociales o de cortesía”, según explican desde Casa Real, y en caso de que tengan relevancia institucional “se procederá a su incorporación al patrimonio de la Administración Pública correspondiente”.