Una semana antes de la celebración religiosa, Beatrice Borromeo y Pierre Casiraghi se casaban por lo civil en Mónaco, un enlace que a pesar de ser un momento íntimo para la pareja, estuvo marcado por la personalidad de ambos, que consiguieron convertir su boda en una jornada llena de diversión y disfrute para ellos y sus invitados.
El 25 de julio de 2015 fue la fecha escogida por Beatrice y Pierre para casarse por lo civil, una ceremonia que apenas duró 20 minutos y que fue oficiada por el ministro de justicia Philippe Narmino frente a unos 70 testigos. Todo un récord si se tienen en cuenta bodas anteriores, donde la lista de invitados había sido mucho más reducida.
Destacadas ausencias en la foto oficial, como la de Charlène de Mónaco y la de Carlota Casiraghi (quien sí que acudió a la ceremonia, pero no posó para el retrato), pero también destacadas presencias, como la de las abuelas de los novios, Marta Marzotto y Fernanda Biffi, que no quisieron perderse un día tan importante para ellos.
La novia quiso que su look recogiera su esencia y por eso lució un estilismo de marcado aire bohemio. Un vestido diseño de la Maison Valentino con el que se alejó de tradiciones, apostando por el color rosa en lugar del tradicional blanco. Un vestido sencillo, pero lleno de detalles, sobre todo gracias a los bordados de la falda y de la parte superior y que encajaba perfectamente con el look natural por el que se decantó Beatrice.
Llevó un maquillaje muy natural y el cabello suelto, con una diadema de flores silvestres, una estética muy similar a la del ramo de novia. Como joyas, Beatrice lució unos pendientes regalo de su suegra, que hacían juego con su anillo de compromiso.
Tras la ceremonia, comenzó la fiesta en los jardines de Palacio, toda una celebración a las raíces de los novios a la que los invitados acudieron con los trajes regionales de su zona, igual que hicieron los novios. Pierre Casiraghi, vestido con el traje tradicional de la Camarga, y Beatrice, que quiso rendir homenaje al país natal de su esposo y optó por un vestido tradicional monegasco.
Fue un almuerzo campestre e informal, con juegos como la petanca, bailarines de danzas tradicionales y donde los perritos calientes se convirtieron en protagonistas, con un brindis de Alberto de Mónaco dando la bienvenida a Beatrice a la familia. “Él quería una boda que le recordara a su infancia y poder compartir ese sentimiento con la novia”, explicó Alberto a los invitados sobre el motivo de la pareja de organizar una celebración tan campestre.
La fiesta no terminó aquí, poco después todos se desplazaban al Hotel de París, para una cena de gala y, después, al club Jimmy'z, para continuar con la celebración hasta bien entrada la noche. Una boda que lo tuvo todo, momentos de conexión con la infancia y sus raíces y también otros de diversión y fiesta al ritmo de la música.
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