La última vez que vimos a Letizia fue el 11 de marzo. Con parte de su agenda oficial paralizada por una pandemia que iba a más según pasaban las horas, los reyes de España decidieron mantener su cita con el matrimonio Macron. Un viaje de Estado a Francia en el que hicieron un homenaje a las víctimas del terrorismo. Lo que no esperaban es que justo dos semanas después habrían cambiado tanto las cosas.
El 14 de marzo se decretó el estado de alarma. Un día después salía a la luz un comunicado desde Zarzuela para afrontar el escándalo que relaciona al rey Juan Carlos con un dinero proveniente de Arabia Saudí. Y todo esto con la sombra del coronavirus de por medio debido al estrecho contacto que mantuvo la reina con Irene Montero (que se está recuperando de su contagio del virus) en los días previos al confinamiento.
Muchos se están preguntando cómo está siendo la cuarentena para la familia real. El único feedback que hemos recibido por parte de nuestros ‘royals’ ha sido el comentadísimo mensaje que dio el rey hace justo siete días en apoyo al personal sanitario. También nos han hecho partícipes de su contacto constante con los equipos de emergencia. Pero Pilar Eyre, periodista especializada en la corona, ha ido más allá y nos ha contado la realidad que viven Felipe y Letizia dentro de Zarzuela.
Tal y como explica la escritora en su blog para la revista Lecturas, la reina se encuentra confinada en una habitación debido al contacto directo que tuvo con la ministra de igualdad. A pesar de que se sometió a las pruebas pertinentes y dio negativo, Letizia ha decidido no poner en peligro ni a su marido ni a sus hijas ni al servicio que trabaja con ellos mano a mano.
“El doctor Manuel Martínez Pérez obligó a Letizia a confinarse, a llevar mascarilla y guantes, comer con una bandeja y recibir solo la visita rutinaria de una enfermera”, asegura Eyre, que pone el día 26 de marzo como fecha tope para que su majestad pueda volver a su vida normal.
Esta decisión ha obligado al distanciamiento físico de la reina con sus hijas Leonor y Sofía y con su marido, que estas últimas semanas se ha tenido que enfrentar a uno de los baches más complicados de digerir desde que sucedió a su padre en la corona. Con ellos se comunica por videollamada, al igual que con su familia, sus amigos y su abuela Menchu, grupo de riesgo a sus 92 años.