Rocío Jurado vivió los últimos días de su vida en su casa. La vivienda, situada en la exclusiva zona de La Moraleja, fue testigo de la bienvenida de sus dos hijos y de reuniones familiares eternas. Por ella pasaron periodistas, sus hijos, sus nietos, sus hermanos y su pareja para darle el último adiós a la cantante tras no poder superar un cáncer.
La casa, que se convirtió en un lugar de paso también para los periodistas del corazón, fue bautizada como ‘Villa Jurado’. Esta fue adquirida por Rocío Jurado en 1988 después de dejar su espectacular casa en Monteclaro. Fue ahí donde empezó una nueva vida; sin su marido, Pedro Carrasco, del que se separó, y sin su hija Rocío, que vivía en Argentona con el que por entonces era su pareja, Antonio David Flores.
Como ya hemos comentado, por esas paredes pasaron una infinidad de expertos en el mundo del corazón. Era la propia Jurado quien les recibía en su despacho. También, la cantante hacía tours por la zona de la bodega, que había decorado con sus discos y con sus máximas distinciones. Y donde también tenía un tablao flamenco.
Tras su paso por Argentona, tanto Rocío Carrasco como Antonio David decidieron instalarse en la parte más alta de la vivienda. Ahí les esperaba una especie de apartamento, que constaba de un salón, un dormitorio con baño y vestidor, así como una habitación infantil. Hasta el apartamento se llegaba por una impresionante escalera blanca con toques dorados y decorado con distintas plantas que recordaba a las mejores épocas de la Jurado en Miami.
Era la planta baja donde la cantante convivía y donde se ubicaba su despacho. En el gran salón dispuso un gran piano, donde la artista se pasaba horas y días componiendo y evadiéndose. Esta estancia tenía unas grandes ventanas orientadas al jardín de la casa, que también era inmenso. En este se ubicaba un gran porche y una piscina climatizada. Además, en el salón también se ubicaba un impresionante cuadro de Rocío Jurado.
El dormitorio también se encontraba en la planta baja y tenía un baño, un vestidor y hasta un salón privado. Además, al lado justo estaba la habitación de Rociíto, que ocupó cuando su relación con Antonio David estaba más que debilitada. También, en esa planta estaban el comedor, la cocina y la zona de servicio.
Tras su muerte, en 2008, Rocío dejó en su testamento que la casa no pasara a ningún familiar, sino que se vendiera y ese dinero se dividiera en cuatro partes: dos para su hija Rocío y las otras dos partes para José Fernando y Gloria Camila.
La casa no tardó mucho en venderse y su marido, Ortega Cano, tuvo que abandonarla con “mucha pena”. Además, Rocío Carrasco se encargó personalmente de vaciar la habitación de su madre y de meter en cajas todas sus pertenecientes. Era ella la heredera universal.