Hace 22 años, una mujer de Ponferrada ganó un juicio, pero perdió una batalla social. De alguna manera, su victoria fue realmente una derrota, y la derrota de su agresor se transformó en victoria. La historia de Nevenka Fernández, ahora convertida en película de la mano de Icíar Bollaín (galardonada en numerosas ocasiones como los Premios Feroz por 'La boda de Rosa'), tuvo una gran repercusión mediática, pero no hubo ese final feliz que nos habría gustado. Han tenido que pasar más de dos décadas para que finalmente se reivindiquen su figura, su valentía y la proyección de su decisión en las nuevas generaciones. Así fue la historia de Nevenka que se cuenta en la película 'Soy Nevenka' que llega hoy a los cines.
Marzo de 2001. Una mujer muy joven, rota de dolor y de cansancio, trata de explicar ante las cámaras por qué ha convocado a la prensa. Se presenta como Nevenka Fernández y justifica su aparición porque tiene “26 años y dignidad”. Ha demandado a su entonces superior, el alcalde de Ponferrada Ismael Álvarez, por acoso sexual y laboral.
Todo había comenzado apenas dos años antes. Nevenka se había graduado en Económicas en Madrid y, en un viaje para visitar a su familia, se produce el primer encuentro con Ismael. Carlos López Riesco, mano derecha de este y amigo de la familia de ella, provoca esta reunión. El motivo: en julio se celebran elecciones municipales y quieren una mujer joven y con un grado universitario para cambiarle la cara al partido.
El PP, formación política a la que se une Nevenka, arrasa en las elecciones y ella pasa a ocupar, sin ninguna experiencia en política, la cartera de Hacienda. Aquellos primeros meses están marcados, primero, por la muerte de la esposa de Ismael y, después, por un acercamiento entre la concejala y el alcalde que termina en relación. Sin embargo, al cabo de unos meses ella decide romper y reducir el contacto con él al ámbito estrictamente laboral.
“Mi negativa se convirtió en acoso”, explicaba Nevenka en aquella mítica rueda de prensa. Comenzó a recibir notas manuscritas, mensajes en el teléfono móvil, cartas, comentarios verbales “que prefiero no reproducir literalmente” y, como ella misma explicó rota y entre lágrimas, un desprecio absoluto hacia ella y el trabajo que desempeñaba.
Nada más romper, Ismael trató de convencerla para volver. Al ver que era imposible, la machacaba con mensajes en los que insinuaba que iba a hacer alguna locura. La negativa continuó, y aquella situación se volvió aún más insoportable. En el terreno laboral la humillaba en público, la ninguneaba, no tomaba en cuenta sus opiniones profesionales; en privado le seguía enviando todo tipo de mensajes forzando un encuentro sexual, y diciendo que no entendía por qué no se podían acostar aunque no sintiera nada por él.
Llegó incluso a forzar que durmieran juntos en la misma cama y a masturbarse a su lado, ante el bloqueo físico y psicológico de una joven subordinada a la que doblaba la edad y que estaba muerta de miedo.
Aquel acoso imparable terminó con la baja de Nevenka por depresión y, posteriormente, con la rueda de prensa en la que anunciaba la demanda hacia su acosador laboral y sexual. El alcalde dimitió. Pero la tragedia estaba muy lejos de terminar para ella.
Si Nevenka vio cómo en Ponferrada gran parte de la sociedad se ponía del lado de su agresor, el juicio fue aún peor. A pesar de que los informes certificaban que su estado psicológico era compatible con el de una mujer acosada, ni siquiera los que sabían de sobra que Ismael tenía tendencia a intentar tener relaciones con las mujeres de su entorno la apoyaron públicamente. Personajes de gran relevancia nacional dentro del partido alababan la actitud del ya exalcalde. La Asociación para la Defensa de la Mujer Acosada se retiró de la acusación particular asegurando que había perdido su confianza en ella.
Capítulo aparte merece el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León de la época, José Luis García Ancos, que fue recusado por acoso procesal y terminó siendo apartado del juicio: la trató injustamente y la acusó de no irse voluntariamente, ya que "no era una empleada de Hipercor" que se deja tocar para asegurarse el pan de sus hijos. Tras ser apartado llegó a comentar en una entrevista de radio que de una declaración se infería que “Nevenka, siendo una colegiala, era una putilla”.
Nevenka Fernández ganó el juicio, pero Ismael Álvarez recibió la condena más leve posible: 24 euros diarios a la víctima durante nueve meses y 12.000 en concepto de indemnización. En 2011 se volvió a presentar a las elecciones y fue la tercera fuerza política más votada. Regresó como concejal al ayuntamiento y continuó viviendo en Ponferrada. Nevenka tuvo que marcharse no ya de su ciudad, sino del país, puesto que no lograba encontrar un puesto de trabajo. Como decíamos al principio, su victoria supo a derrota.
Un magnífico libro testimonial de Juan José Millás en 2004 (en el que se basa la película ‘Soy Nevenka’), un documental y un filme después, la figura de esta joven que tuvo que luchar contra el machismo de una sociedad queda limpia. Así lo atestiguaron los interminables aplausos tras el pase de la película en el Festival de Cine de San Sebastián (que puedes ver en el vídeo) para una Nevenka deshecha en lágrimas (esta vez de emoción) que se presentó por sorpresa en el Kursaal. Hoy vive feliz junto a su marido y sus dos hijos en Dublín, lejos de su Ponferrada natal. El coste personal por defender su dignidad ha sido tremendo. El anterior 25-N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, declaraba: “Hace 22 años, enfrentarme a mi agresor y a la sociedad sexista que lo protegía estuvo a punto de costarme la vida”. Un agresor que, por cierto, sigue sin reconocer su culpa.