Leyre Marinas: "A las artistas, incluso a las consolidadas, siempre se las ha minusvalorado por ser mujeres”

En los últimos meses han salido a la luz múltiples problemáticas relacionadas con la industria musical y las mujeres. Eso se puede apreciar tras leer 'Fuck Feminist Fans' de la periodista Leyre Marinas
Leire Marinas: “Yo no creo que vaya a haber un #MeToo en España. Y por supuesto no es culpa de las mujeres que denuncian, sino de que no tienen apoyo”
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En los últimos meses han salido a la luz múltiples problemáticas relacionadas con la industria musical y las mujeres. Entre las más sonadas se encontraban el conflicto dentro de La Oreja de Van Gogh, el cartel del Viña Rock que no incluía (casi) artistas, las denuncias de abusos sexuales a músicos aparecidas en redes y un largo etcétera más. Una serie de discriminaciones y violencias que, por desgracia no son nuevas, sino más bien al revés: llevan mucho tiempo manchando este arte.
Eso al menos se puede apreciar tras leer 'Fuck Feminist Fans' (Dos Bigotes) de la periodista e investigadora en cultura pop y feminismos Leyre Marinas. Un ensayo que profundiza en las conexiones que han existido en los últimos años dentro de la música, los movimientos feministas y el sexismo divulgado por los medios de comunicación. Una investigación que comienza en el nacimiento de la palabra 'groupie' en los años sesenta y setenta y va saltando de década en década pasando por las Riot Grrrls, el 'girl power' de las Spice Girls, las Angry Young Women o las más actuales Christina Aguilera, Lady Gaga y Beyoncé.
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Pregunta: ¿De dónde nace el libro? ¿Por qué ‘Fuck Feminist Fans’?
Respuesta: El libro forma parte de mi tesis doctoral. Y el contenido nace de la inquietud que yo tenía de adolescente por la falta de referentes musicales de mujeres y queer provenientes del punk, del rock, etc. Sobre todo de aquellas que tuvieran discursos activistas y rompedores que yo no veía en la calle. Un contenido que yo tenía en casa gracias a mi madre. Ello me llevó a querer saber más sobre las conexiones entre la música y los movimientos feministas.
Una de esas investigaciones te lleva a descubrir que el término despectivo de 'groupie' nació en un artículo de la Rolling Stone de los 70. ¿Por qué tuvo tanto impacto y qué efectos tiene hoy en día?
Tuvo mucho impacto por el contexto social de la época. Este artículo salió en el 69 en la Rolling Stone, la revista más importante del mundo de la música. Además, se publicó en el momento del boom del rock, de sus estrellas y de unas masculinidades vendidas como salvajes, como rebeldes sin causa. La idea era legitimar a unas estrellas del rock adultas para poder tener relaciones sexuales con menores, las 'groupies', en un momento que no había una conciencia sobre la violencia sexual. También se intentó convertir 'cool' el ser fan, es decir, que no fueran la inocente de los Beatles, sino que tuvieran unos looks y unas actitudes adaptadas al rollo de los ídolos de rock. Mujeres salvajes, problemáticas, que van solas y con una sexualidad muy activa. Lo que no se tiene en cuenta es que muchas de esas 'groupies' lo fueron porque quisieron, que se les quitó el sujeto activo.
¿Qué efecto sigue teniendo hoy en día esa etiqueta?
Por suerte ya se ha revertido todo esto. Precisamente por la idea de lo cool que ha habido años después tanto en el cine como en otras industrias culturales. Lo que sí que ha tenido es una repercusión a lo largo de los años en el acceso de las mujeres a la industria musical. Sobre todo en ciertos géneros, como el rock, el indie o el punk. Siempre se pensaba que si había una mujer en la escena musical era porque quería tener sexo con su ídolo. Pero a día de hoy todas somos 'groupies' y ya es un orgullo.

¿Qué supone para las artistas?
Es una discriminación de género: da igual lo que hagas porque si estás en la industria musical es porque te has acostado con alguien con poder o con tu ídolo. A las artistas, incluso a las más consolidadas, siempre se las ha minusvalorado simplemente por ser mujeres.
También les pesaba y les pesa hablar de ciertas cosas más que a los hombres.
Eso pasa en cualquier ámbito. Una prueba de ello es que es más cool y está más normalizado que un cantante masculino se desnude, pero una mujer no puede hacerlo.
Como respuesta a esto, van surgiendo diferentes bandas y cantantes a lo largo de diferentes décadas. ¿Qué supuso el movimiento de las Riot Grrrls?
El movimiento de las Riot Grrrls fue un movimiento social y cultural que nació a principios de los 90. Social porque salieron básicamente del feminismo de la tercera ola y, cultural, porque lo proyectaron a través de la música. Que un movimiento encabezado por mujeres en su mayoría cantaran a ritmo de punk agresiones que habían sufrido fue un hecho que unió muchísimas experiencias y entidades en torno a los feminismos de aquel momento. Fueron muy relevantes por eso, aunque las boicotearon desde el primer minuto. Y como se negaron entrar en este juego, se quedaron en los márgenes de la música.
Más tarde la industria se apropia de esos eslóganes feministas y nace el 'girl power', con las Spice Girl como máximo exponente. ¿Qué supusieron?
Eso fue una reapropiación y un robo literal. La industria musical cogió el término 'girl power' de un fanzine de Riot Grrrls y lo vendió a partir de las Spice Girls y de otros grupos formados por mujeres cishetero. Una serie de grupos que vendían una idea de feminismo más hedonista, más de pasarlo bien, más superficial. Es decir, todo el activismo de calle y de teoría que tenían las Riot Grrrls las 'girl power' no lo tenían. Y aunque muchas mujeres se acercaron a los feminismos a través de esa idea, en realidad lo que estaban vendiendo era humo, no un cambio social.

Tanto fue así que en esa década también surgieron las Angry Young Women. ¿Fueron mejores vistas por la industria y el periodismo?
Si te fijas, en los 90 hay un cacao mental por parte de los periodistas musicales hombres alucinantes: desprestigian a las Riot Grrrls, celebran al 'girl power', pero luego aparecen las Angry Young Woman… el caso era criticar a cualquier mujer que se subiera al escenario, independientemente del género musical. Las Angry Young Woman únicamente eran cantautoras que hablaban de sus problemáticas, igual que hacían los hombres. Sus letras iban sobre sus relaciones, la presión de las mujeres, los embarazos, unos cuernos, etc. El problema es que lo hacían ellas solas con una guitarra.
Un poco después surge el movimiento del #FreeBritney, que rompió con la idea de que las groupies de no tenían fuerza ni movilizaban.
Esto sucedió a principios de los 'dosmil'. Lo que pasa con Britney es que traspasa el periodismo musical y es cuando los artistas saltan a la prensa rosa. Además, en ese momento ya existía internet, por lo que se trató de una manera salvaje e intrusiva. El movimiento #FreeBritney fue tirando de hemeroteca y uniéndose para defender la figura de su ídola. Todo esto saca a la luz el poder del 'fandom', el poder de los fans: es decir, de algo que mueve a personas de diferentes países e ideologías para intentar entender qué es lo que está pasando a esta artista. Algo que acaba repercutiendo a nivel social.

Acabas el libro con el #MeToo y con la situación en España. ¿Cómo está? ¿Tiene que llegar uno de verdad?
Sí, porque no ha ocurrido. Tampoco creo que lo vaya a haber. Para que suceda tiene que haber un cambio judicial, legislativo, social, incluso dentro de la propia cultura. No puede ser que haya testimonios de actrices y cantantes en redes como los que publica en su cuenta Cristina Fallarás y gente de la cultura los ponga en duda. Yo no creo que vaya a haber un #MeToo. Y por supuesto no es culpa de las mujeres que denuncian, sino de que no tienen apoyo. Somos más conscientes de que aunque estamos solas. O nos apoyamos entre nosotras, a todos los niveles, o no va a pasar. Yo soy bastante pesimista. Aun así, creo que hay que seguir trabajando, dando voz, denunciando.
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