“Has anybody ever fainted here? Cause I might be the first one…” Esto, si estaba a punto de batir un récord guiness perdiendo la consciencia en directo, fue lo primero que se le pasó a Penélope por la cabeza cuando subió al escenario del Dolby Theatre a recoger su primer (y hasta ahora único) Oscar. Lo que no pensó, prueba de su nulo alarde de pretensión, es que este hito no lo marcaría con un desmayo que nunca se produjo. Lo haría siendo la primera intérprete española en traer a nuestro país esa codiciada estatuilla dorada que, quizás, el próximo 27 de marzo volverá a llevarse gracias a ‘Madres paralelas’.
La actriz acaba de ser nominada por cuarta vez por parte de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Ha sido en la categoría de Mejor actriz protagonista, por un papel en castellano escrito por su maestro Pedro Almodóvar. “El más complicado” de su carrera, en palabras de Cruz. Un mérito interpretativo que Hollywood ha querido reconocer en un año en el que el gran sueño americano podría tener segunda parte para Pe. Esto también es marca España. Y ahora es el momento de reivindicar la importancia de la primera vez.
Cuando salieron a la luz las nominaciones para la edición de 2009, la de la victoria de Penélope, fue su colega y compinche en Los Angeles Salma Hayek quien la sacó de la cama a eso de las cinco de la madrugada para que viviese en directo el momento en el que anunciaron que era candidata. El olfato de la mexicana acertó, y lo que vino después ya es un logro de todos.
A aquel “Pinilopi Crus, for ‘Vicky Cristina Barcelona” de la lectura de nominados le siguieron semanas de promoción que ayudaron a que su nombre entrase en “consideration” de los académicos. Se quedó sin Globo de Oro (este año ni siquiera ha llegado a ser candidata), pero sí tuvo su Bafta, un importante síntoma de que el Oscar podría ser una realidad. Y así fue.
Después de desfilar por una alfombra roja abarrotada de periodistas ansiosos por saber lo expectante que estaba Cruz ante su posible éxito aquella noche del 22 de febrero de 2009, su premio fue el primero de la noche. Un alivio para los delicados nervios de Pe, que tras recibir un beso de madre de Encarna (sí, su madre) subió las escaleras con la respiración entrecortada, aferrada a un Balmain vintage de gasa marfil que ella misma se había comprado para la gala.
Segundos antes, Angelica Huston (una de las entregadoras) le había dado sus “felisitasiones” por haber “emocionado” al mundo con una María Elena que chapurreaba un ‘spanglish’ que podría haberle limitado en la carrera. Y ya delante del micrófono, una vez consiguió recomponerse y no caer redonda, verbalizó un discurso que ya advirtió que duraría algo más que los 45 segundos de rigor.
Comenzó con los protocolos esperables, dando las gracias a la Academia, compartiéndolo con sus compañeras de nominación (que ese año eran Amy Adams, Viola Davis, Taraji P. Henson y Marisa Tomei) y aplaudiendo a ese “alucinante” reparto con el que había tenido el “privilegio” de trabajar en ‘Vicky Cristina Barcelona’. Esto incluía a Bardem, su partenaire en la cinta, pero no hubo mención explícita hacia él.
El que sí la tuvo fue Woody Allen, director de la película, al que agradeció haberle confiado “un personaje tan bonito” y al que puso en valor como creador “de algunos de los mejores personajes femeninos” de la historia del cine. Por entonces aún no había sido (casi) cancelado. También se lo dedicó a Harvey Weinstein, su productor. En su caso, todavía no había sido encarcelado.
Pero cómo hablar de mujeres complejas sin mencionar a su “amigo” Pedro, que le había “permitido formar parte de tantas de sus aventuras”. Fue aquí, al hablar de Almodóvar, cuando se produjo la primera ovación. No quiso olvidarse tampoco de Vigas Luna o Fernando Trueba por haberle ofrecido sus primeros papeles.
Se acordó de su padre, de su madre, de sus hermanos Mónica y Eduardo Cruz, de su amigo Robert Garlock, al que había perdido meses atrás a causa de un linfoma, y de todos aquellos que la ayudaron desde el principio. “Vosotros sabéis quienes sois”, les dijo con la mano en el corazón. Y una vez superada la fase de menciones, fue cuando caímos en la cuenta de que cualquiera de nosotros podría ser Penélope.
Con ese “I grew up in a place called Alcobendas, where this was not a very realistic dream” que ya es historia, Cruz se humanizó. Confesó que ella, como todos los que sueñan con ser actores algún día, también se quedaba en vela la noche de los Oscar para ver la ceremonia, algo que siempre interpretó como “un momento de unión” que demostraba que el arte, en cualquiera de sus formas, es “nuestro lenguaje universal”, y que por eso “debemos hacer todo lo posible por protegerlo”.
Esa noche era ella la que estaba sobre el escenario, mandando un mensaje, ahora ya en español, “a todos los que en España” estuviesen compartiendo ese momento con ella y sintiesen que ese Oscar también era de ellos, al igual que al resto de actores de nuestra país. Porque ella era la prueba de que se puede.
Durante la tarde ayer, cuando se enteró de que volvía a estar nominada por la Academia, Penélope se cayó al suelo. Ya ha habido ‘desmayo’. Ahora toca cruzar los dedos para que se repita lo segundo.