Esther Arroyo desvelaba en 2009 que su primogénito había decidido abandonar nuestro país para vivir una experiencia única e inolvidable. “Se me va muy lejos, estoy emocionada por su aventura, pero no puedo evitar egoístamente sentir una pena tremenda. Mi niño del alma. Especial de los pies a la cabeza”, comentaba sobre Francisco José, que volaba hasta Australia para residir allí una larga temporada.
Después de tres años a más de 15.000 kilómetros de su domicilio familiar, el hijo de la modelo ha regresado a España, protagonizando un emotivo reencuentro con su madre, que no tenía constancia de su regreso: “Mi niño ha vuelto de sorpresa. No me lo puedo creer después de tres años sin verlo. Ha vuelto. Estamos como locos de contentos”, compartía su emotiva reunificación en Instagram.
No cabe duda de que han echado muchísimo de menos al joven de 29 años, por eso están aprovechando su vuelta para recuperar el tiempo perdido y hacer planes familiares, entre otros, una comida junto a la abuela, sus padres y su hermana, cita en la que no faltaron las risas y las muestras de cariño. “Mis niños, dos almas preciosas. Se adoran y se quieren y son amigos aún con la diferencia de edad de trece años. Esto es puro amor. Yo con vuestro permiso me desmayo de emoción y perdón si os invado de mis tesoros más preciados, compartía Esther una foto en la que sus hijos se funden en un fuerte abrazo.
Pese a que ha llegado a estar derrotada por los sinsabores de la vida, Esther no ha llegado a perder nunca la sonrisa y la alegría que le caracteriza. Y lo que más fuerzas le da para seguir luchando, por encima del resto de cosas, son sus dos hijos. Una todavía es adolescente, Ainhoa, hija que tuvo con su actual pareja, Antonio Navajas. El otro, el mayor, Fran, nació de la relación que mantuvo con el doctor Francisco Mayor.
Respecto a sus retoños, en una entrevista concedida a Diez Minutos hace unos años, la actriz reconocía que habían crecido marcados por el accidente que casi le cuesta la vida y que le obligó a vender todas sus pertenencias para poder costearse sus tratamientos. Mientras que su primogénito fue consciente de todo lo que ocurría en su casa porque siempre ha sido más “adulto de lo que le corresponde por edad”; estos baches “han marcado el carácter” de Ainhoa, que “ha sufrido todos los cambios”: “Es muy mimosa y ahora intento hablar con ella porque no quiero que crezca con miedo”.